Virgen María, «estamos reunidos en la Plaza de San Pedro para dirigirte nuestra oración confiada y coral, para que Dios conceda al Papa Francisco reanudar cuanto antes su servicio apostólico, en la integridad de sus fuerzas físicas, y con ese dinamismo pastoral que le caracteriza». El cardenal Giovanni Battista Re, Decano del Colegio Cardenalicio, abrió con este pensamiento el Rosario por la salud del Papa, rezado a las 21 horas del 26 de febrero, en la Plaza de San Pedro. Por tercera noche consecutiva, fieles, peregrinos, sacerdotes, religiosas, cardenales, obispos y miembros de la Curia romana se reunieron ante la basílica vaticana para apoyar con la oración al Pontífice, hospitalizado en el hospital Gemelli desde el 14 de febrero. Bajo un cielo nublado, los fieles contemplaron los misterios gloriosos.
Fieles de todo el mundo
En los brazos abiertos de la columnata de Bernini, miembros de la Iglesia, en todas sus facetas, recitan las diversas decenas, muchos con rosarios entre los dedos, las manos entrelazadas, los ojos entrecerrados. Se ven niños durmiendo en cochecitos y fieles de distintos países reunidos en la plaza para rezar por el Papa. Como Christopher, de origen polaco, que está en Roma de vacaciones con su familia, pero decidió pasar una tarde rezando. También estaba presente un grupo de 19 estudiantes franceses de entre 14 y 17 años, en peregrinación a la Urbe. «Hemos pasado un día precioso, hemos celebrado una misa y ha sido un momento de alegría. Y alegría que queremos transmitir a Francisco y acompañarle en sus dificultades», explica Christelle, una de las profesoras que acompañan a los jóvenes. Algunos voluntarios del Jubileo también se encuentran en la plaza de San Pedro, con coronillas en la mano y sus características chaquetas verdes. Un creyente mantiene una video llamada con un amigo para hacerle participar, aunque sea virtualmente, en el acto vespertino.
Un momento solemne
Desde el palco, el lector anuncia los misterios gloriosos y lee el Evangelio de Lucas. El cardenal Re continúa con la primera parte del Padre Nuestro y la asamblea lo sigue. El Ave María se eleva desde la plaza, sobre la que vela el icono de María Madre de la Iglesia. Toda la asamblea entona el Gloria al Padre, así como las letanías y el Salve Regina final.
Re termina la oración pidiendo a Dios que conceda siempre a los fieles «la salud del cuerpo y del espíritu» e invoca «la gloriosa intercesión de María Santísima, siempre Virgen» para que nos salve de los «males que ahora nos entristecen y nos guíe a la alegría sin fin». Por último, se canta la oración Oremus pro Pontífice, para que Dios conceda a Francisco «vida y salud» y «le haga feliz en la tierra y le preserve de todo mal».