Por Alfredo Carquez S.|Enemigos íntimos (Opinión

El horror ocurrido en la ciudad de Orlando, Florida, Estados Unidos, revela, lastimosamente en la muerte de 49 personas inocentes, una de las terribles contradicciones de los factores de poder de ese país frente a la sociedad e, incluso, en relación con sus alianzas internacionales.

Hay fuerzas muy poderosas amparadas en una visión anquilosada del mundo que defiende el derecho de andar por ahí armado hasta los dientes, si se quiere y se tiene el dinero para hacerlo. No cabe la menor duda de que la industria cultural fomentó y fomenta esta conducta entre las masas de esa nación. Hace décadas, por medio del mito del Medio Oeste y el vaquero-pistolero que mataba a muchos sin que se le cayera el sombrero. Y hoy en día, gracias al cine de acción, en la que el héroe acaba con sus enemigos (asiáticos, latinos, rusos, persas o árabes) sin despeinarse.

Para un grueso sector de los estadounidenses tener armas está ligado a un concepto de libertad, deformación que ha facilitado situaciones espantosas como la señalada que se han ido repitiendo e incrementando en los últimos años en centros comerciales, universidades, escuelas, sitios de trabajo, etc. Pero además esto ha dado espacio a riesgos adicionales: la existencia de grupos o milicias preparadas para una guerra contra el Estado Federal, como las compuestas por blancos protestantes, que están a la espera del Armagedón, o como las que se dedican a cazar a los inmigrantes se atreven a cruzar la frontera cerca de sus territorios.

¿Quién para el negocio de las armas en un país donde los negocios, aunque maten, son sagrados especialmente cuando mueven tanto dinero? El presidente Barack Obama sale al ruedo a opinar con mayor fuerza sobre este asunto, un tanto obligado por las circunstancias electorales y por la fuerza y la presión de la comunidad gay, pero su mandato ya está por culminar. Y no hay que olvidar que los sectores conservadores dominan las dos Cámaras del Congreso.

Otro elemento curioso de este caso y de otro similar ocurrido en el país del Norte (San Bernardino, California) en diciembre del año pasado en el que murieron 27 personas, es que sus autores habían realizado varios viajes a Arabia Saudita, la misma nación de la que eran súbditos la mayoría de los que causaron las muertes del 11 de septiembre de 2001.

Imaginemos por un segundo lo que hubiese sucedido si estos asesinos hubiesen partido de Caracas y el escandalazo global que se habría “armado”, amen de las sanciones que como mínimo y con seguridad nos habrían impuesto.

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