En el Celarg se realizó un foro para leer la emancipación desde el feminismo|La épica independentista le confirió a la mujer un rol simbólico pasivo

La lectura de tres escritoras de la primera mitad del siglo XX, le da elementos a Mariana Libertad Suárez para pensar que la visión épica de la emancipación ha relegado “a la feminidad al lugar de la entelequia”. “Ahí permanecerán la madre, la tierra o la patria, esperando a ser materializadas por los héroes que representan cada una de nuestras sociedades”, expresó en su intervención en el foro Lecturas feministas de la Independencia en América Latina, realizado el pasado jueves 4 Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos.

Suárez, docente e investigadora de la Universidad Simón Bolívar, centró su exposición en el estudio de las novelas Una historia de amor (1923), de Graciela Sotomayor; Bolívar americano (1934), de Olga Briceño; y La mujer del caudillo (1952), de Nery Russo. Estas tres obras, señaló, “nos permiten reconstruir el siglo XIX a partir de cómo estas escritoras del movimiento feminista latinoamericano logran plasmar una visión sobre la independencia y sus héroes”.

UNA PARADOJA

La reconstrucción del siglo XIX desde esas miradas le reveló a Suárez una paradoja: pese al rol pasivo que se le da a la mujer, “la personalidad nacional” es “transmitida desde los vínculos con la madre”. “La gestación y el parto reproducen los límites de las interacciones, los gustos y las tendencias que demarcan la nacionalidad, por tanto, la mujer –al menos en los proyectos fundacionales del continente– se encuentra en un espacio intermedio que no la autoriza a pertenecer del todo, aunque sí a desempeñar un papel fundamental en la adscripción de nuevos nombres, modos y voces al territorio nacional”, explicó.

En ese sentido, la también escritora llamó la atención sobre la preeminencia de concepción de la historia donde “la mujer estaría ocupando un espacio mitológico que cohesionaría al colectivo sin tomar parte activa dentro del mismo”. Esto implicaría que las mujeres “no llegan a ocupar el espacio de sujetos nacionales pero consiguen proponer puntos de partida poco convencionales para su propia identidad en la que al igual que su propia existencia plantean otro desenlace posible”.

ESCRITORAS E INDEPENDENCIA

Sotomayor, Briceño y Russo son representantes de los movimientos feministas de mediados del siglo XX, recordó Suárez. Subrayó que “emprendieron una lucha por la adquisición de sus derechos ciudadanos, mediante la cual alcanzaron el ingreso masivo a las universidades, la posibilidad de ocupar cargos de elección popular y el derecho al sufragio”.

En la Sala Frida Kahlo del Celarg, destacó que las escritoras de ese momento del siglo XX se dieron a la tarea de “movilizar el imaginario nacional por medio de la producción de artículos de prensa, cuentos y novelas”. De es manera, dieron lugar “a la creación de nuevas subjetividades capaces de renovar los grandes movimientos fundacionales del continente”.

Señaló que Bolívar americano “permite la reconstrucción de la Guerra de Independencia y rastrear las rearticulaciones de las identidades de género en su escritura literaria y los movimientos que desembocaron en estas intervenciones de la historiografía tradicional”.

En La mujer del caudillo, Russo , que intenta “dar cuenta de una ‘verdad nacional’, suaviza” la visión de los hechos “con la referencia concreta a la ‘sensibilidad femenina’, una categoría utilizada con frecuencia, a mediados del siglo XX, para reducir la función social de la mujer a la decoración del espacio público. Es decir, Russo no estaría volviendo al pasado para dejar una enseñanza, sino para hacerlo más bonito”.

Sin embargo, Russo no habría recurrido a esa suavización por una intención de no mostrar la realidad. Suárez advisrtió que, más allá de ciertos arquetipos recurrentes “a la hora de calificar a las escritoras en el imaginario venezolano”, se debe tomar en cuanta que la gesta independentista es “un elemento del pasado simbólico innegociable para los proyectos políticos que se alternaron en el poder a lo largo del siglo XX”.

“Teniendo en cuenta esta valoración y el tono rosa que se le atribuye en ocasiones a La mujer del caudillo, es posible deducir que el cercenamiento de la voz historiográfica gestado en esta escritura es producto de la saturación simbólica y no de la evasión”, explicó.

LA HISTORIOGRAFÍA

Suárez resaltó que Russo proyecta en su novela “las demandas sociales y discursivas que le proponía su entorno”. Por eso, “se debe tomar en cuenta, sobre qué premisas construye personajes femeninos peculiares y bajo qué códigos estos se relacionan con el poder y con ellos mismos, en qué términos se piensa en esta novela a la mujer-sujeto histórico y, sobre todo, cómo son tratadas la historia en tanto disciplina científica y la noción de «verdad» que debería acompañarla”, en el desarrollo de la trama.

“Uno de los detonantes de esta proliferación de discursos sobre el pasado es el viraje de la concepción de los estudios históricos acontecido en Venezuela durante ese mismo período. Se trató de la profesionalización de una antigua práctica discursiva, que conllevó el diseño de una gama de posicionamientos en torno al pasado y a la memoria pretendidamente reconstruidos bajo el rótulo de Historia nacional”, sentenció.

T/ Redacción CO-Luis Yáñez
F/ Héctor Lozano