Colectivo La araña feminista|Equidad y Cultura (Opinión)

Leía hace poco una entrevista a Pilar Aguilar (investigadora, ensayista y crítica de cine española) en la que ella escribía sobre el desfase de los discursos audiovisuales y la realidad y como esto genera frustración y violencia de género. Explicaba que los chicos consumían horas y horas de TV o cine durante las que los varones arrasaban con las chicas, las mujeres solo vivían en función de las necesidades de los varones, e incluso solo aparecían cuando los varones las requerían luego. Luego estos jóvenes salían a la realidad y encontraban montones de mujeres médicas, abogadas, jefas, compañeras de estudios que no respondían en nada a lo planteado en los medios audiovisuales.

Detallaba Pilar el perfil de las mujeres de hoy: independientes, que no estaban dispuestas a abandonar carreras por amor, que tenía aspiraciones más allá de la familia, mujeres que tomaban decisiones, mujeres en posiciones de mayor autoridad que ellos e incluso que la mayoría de los hombres que ellos conocían.

Esta incongruencia entre la vida que plantean los medios y la realidad, más el mandato patriarcal que les da derecho a ejercer violencia y a imponer el orden sobre las mujeres es -según Pilar- una de las causas de que cada día se genere más y más violencia hacia las mujeres y no se retroceda en este mal.

Hace un tiempo participé en una comisión de estudio de proyectos cinematográficos y me impresionó profundamente como el esquema de subordinación e invisibilización de las mujeres se repetía proyecto tras proyecto. Guiones en los que no había un solo personaje femenino, como si algún espacio de la vida fuera posible sin las mujeres y su participación. Proyectos cuyos los personajes femeninos solo aparecían para tener sexo con el protagonista. Había como la necesidad patológica de dejar claro que los protagonistas son hombres y siempre heterosexuales. Panorama que con su adaptación era compartido por el documental.

Haciendo un paneo por la televisión, encontramos que programa tras programa, hombre tras hombre dan su visión de la vida. Las mujeres en las novelas que dicen a los cuatro vientos que estamos dispuestas a abandonar todo cuando aparezca “el indicado”, como si el indicado no fuera el que nos dice “te acompaño”. Limitadas a ser las voces autorizadas en farándula, cocina, “belleza”, y una gama incomprensible de temas de entretenimiento del capítulo de lo “sin importancia”.

En general la figura femenina en la TV es un adorno, de faldas muy cortas, cabellos muy largos y cuerpos evidentemente modificados por la “magia de la cirugía”.

UNA SOLUCIÓN TRANSVERSAL

No creo que se visibilicen a las mujeres y su aporte sistemático, cotidiano e ininterrumpido haciendo capítulos apartes en los libros, colecciones especiales, programaciones puntuales de TV, etc. Un problema transversal a nuestra producción cultural necesita una acción que transversalice todo el sistema de producción, distribución y difusión cultural.

Uno de los principios de la ética feminista, enunciados entre otras por Marcela Lagarde, es el de la equidad. Según la autora, plantear la equidad entre mujeres y hombres significa construir la igualdad con justicia y eso implica solventar las diferencias históricas, sociales y culturales.

Normalmente leemos y oímos sobre el principio de equidad en referencia a los derechos humanos y no en referencia a los aparatos que están encargados de generar y reproducir ideología, cultura, pensamiento, arte… es decir de armarnos “el conjunto de rasgos culturales que constituyen una representación compartida por la mayoría de los miembros de un pueblo y que permiten el auto-reconocimiento y la autonomía” (como define Alba Carosio a la identidad cultural).

En la medida que mujeres y hombres aparezcan en los espacios culturales con equidad, no solo solucionaremos un problema de exclusión de las mujeres, artistas, científicas, cultoras, académicas, etc, sino que haremos una representación del mundo más acorde con la realidad, que genere menos frustración y que invite a otras y otros a seguir avanzando hacia otro modelo de sociedad en el que los valores del patriarcado no sea tomados como lo natural, universales y hasta divinos.

T/ Alejandra Laprea
(Tinta Violeta)
I/Vargas