¿Existe realmente ética en la economía? ¿Se puede hablar de ello, sin perturbar su esencia? Los teóricos del liberalismo la señalan como responsabilidad social, a manera de coadyuvar a una imagen remozada.
La economía por si sola no es antiética.
El capitalismo la ha convertido en una estructura ajena a la sindéresis humana; la Revolución Industrial desde su génesis procreó mecanismos de engaño a través de su idea fundamental: satisfacer la ganancia al máximo.
El neoliberalismo ha profundizado los elementos contradictorios en su seno.
Preguntamos, ¿se podría concluir en que hay empresarios honestos en razón de los dividendos que optan por cumplir a través de las ganancias producto de sus operaciones? ¿O, solo se trata de su propia naturaleza?
Si al caso de Venezuela vamos, podríamos concluir que no hay empresarios que realmente cumplan una verdadera función social; en todo caso, son muy contados.
Lo cierto de todo esto y en particular en Venezuela ha quedado bajo demostración que la ética en los asuntos económicos y empresariales es muy reducida.
El primer ejemplo es precisamente la desarmonización entre la inversión y los resultados; la ganancia a que se acostumbró el empresario aquí es supremamente exagerada, rompen cualquier regla con respecto a otros países inclusive no desarrollados.
Es la cultura económica antiética y abusiva si se quiere.
Por ello, entre otras razones, el Estado debe profundizar el papel de productor y comercializador, premisa del Comandante Supremo cuando creó la Misión Alimentación y sus redes (Pdval, Mercal, entre otras) y hoy es imperativo hacerlo.