Por Manuel López|Evaluar experiencias (Opinión)

La vocación de crítica a la totalidad ha perdurado en la izquierda hasta nuestros días, hasta el punto de volverse contra sí misma, porque una vez en el poder no se racionalizan las propuestas. Tanto por sus efectos, como por las consecuencias que han tenido ciertas políticas económicas en periodos anteriores o en otros gobiernos de izquierda del planeta.

Es ahí en lo que ha fallado la izquierda: ha sido muy crítica con el poder dominante burgués, pero ha hecho una especie de mutis para evaluar experiencias de gobiernos de izquierda en el mundo, que aplicaron las mismas políticas que ellos proponen.

Salir de tal dilema pudiera prestarse a malas interpretaciones, porque los gobernantes pudieran aprovechar esa supuesta irracionalidad de sus críticos de partido para condenar cualquier disidencia.

El denominado padre de la sociología moderna, el historiador y economista alemán Max Weber, hace una distinción que es pertinente considerar para sopesar las propuestas económicas de la izquierda, aunque su planteamiento también aplica para la derecha, que es el ámbito en el que se movió el también filósofo.

El autor de la clásica distinción entre la ética de las convicciones y la ética de la responsabilidad, catalogó a la primera como la que tiende a aplicar los principios morales de modo absoluto, despreocupándose de las consecuencias que provoque la conducta.

La ética de la responsabilidad, por el contrario, tiene en cuenta los resultados de la acción y es capaz de adaptar esas convicciones a los fines que se persiguen.

No se trata de sacrificar los principios, como lo interpretan algunos, y de esta manera traicionar la Revolución; sino de aplicar políticas efectivas que mantengan valores de izquierda, para alcanzar el fin último: el bienestar de la población.

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