Por Marcelo Barros|Gandhi, un santo no cristiano (Opinión)

Los gobiernos poderosos del mundo distinguen entre los conflictos guerras de alta o de baja intensidad. Para seguir imponiendo al mundo su dominación, usan la forma que les sea más conveniente a cada situación. Al contrario, pueblos y grupos que si integran en el camino de otro mundo posible saben que ninguna guerra construirá la paz y la libertad. Solo la educación y la justicia pueden construir seguridad y salvaguardar la dignidad humana.

A cada año, en el día 30 de enero, la humanidad recuerda la fecha en que, en 1948, en la India, fue asesinado el Mahatma Gandhi, mártir de la no violencia y de la paz.

Actualmente, 65 años después, por toda esa semana, en Delhi, India, miles de peregrinos visitan la tumba de Gandhi. Allí, mujeres, niños y hombres, depositan una flor. Los adultos dicen: “¡Mahatma Gandhi!”. Los niños responden: “Anantha-he!”, eso es, “para siempre”.

En una América Latina, en la cual el bolivarianismo retoma ese proceso transformador del mundo a través de la educación y de la valoración de las culturas autóctonas, solo podemos desear que el ejemplo de Gandhi pueda iluminar nuestro continente y hacer de la Patria Grande una tierra de justicia y de paz.

Mohandas Gandhi nació y fue educado en una India dominada por la Inglaterra. Y él juzgaba que la más grande esclavitud era la alienación y la superficialidad. Luchó en contra la sociedad de clases que, en nombre de la religión, consideraba los más pobres como parias, impuros.

De hecho, la solidaridad cambió su vida. No solo por una visión política, sino por una opción de fe, vivida en el hinduismo. El enseñaba: “No es posible vivir la espiritualidad en el egoísmo. No es posible salvar a sí mismo/a, sin salvar a todos los otros”.

Su método de trabajo consistía en dos actitudes interiores: la exigencia de coherencia interior y la no violencia activa como forma de resistencia contra la injusticia. Y Gandhi decía que para lograr eso, oraba. También le gustaba la peregrinación.

Para ayudar en el diálogo entre hindúes y musulmanes, quiso vivir en un barrio de musulmanes en Delhi. Allí fue asesinado por un fundamentalista de su religión (hindú) que no estaba de acuerdo con su ecumenismo y lo consideraba un traidor de su religión. La última palabra de Gandhi fue: “He Hama!”, “Ó Dios”.

Al celebrar la memoria del Mahatma Gandhi, un santo no cristiano, renovemos el compromiso con la paz y la justicia y acojamos su pedido: “Recuérdate de las personas más empobrecidas que conoces. Si tu forma di vivir es de algún modo provechosa para esas personas, tu encuentras a Dios”.

Recife / Brasil

EL ÚNICO INTERÉS DE LA ECONOMÍA RESIDE NO EN EL DESARROLLO ECONÓMICO, SINO EN EL DESARROLLO DE LA PERSONA HUMANA.

MAHATMA GANDHI.