El sistema político venezolano está siendo sometido a una prueba extrema de su capacidad para mantener en funcionamiento el Estado democrático de las variables de cada uno de los componentes que integran el conjunto del sistema social. Este evento crítico ya ha sido experimentado en el pasado, como lo demuestran: 1) las guerras civiles por la independencia del imperio español, 2) las guerras de “montoneras” hasta principios del siglo pasado y 3) su extensión hasta el presente.
Desde una perspectiva analítica la cultura caudillista ha constituido un poderoso obstáculo al desarrollo de colectividades democráticas: sus altos costos presionan el presente hasta el punto que la crisis económica y de gobernabilidad de hoy podría encontrar una rica beta explicativa de nuestros desvaríos contemporáneo en los achaques del anacrónico personalismo, autoritarismo y militarismo político reinante durante más de siglo y medio en Venezuela.
Nos encontramos frente a las limitaciones provenientes de una confusa cultura política híbrida: abigarrada mezcla de unas prácticas políticas caudillistas, personalistas, militaristas, autoritarias y socialmente excluyente que hemos arrastrado durante centurias; las cuales se han entretejido, con los rudimentos de una cultura política democrática enhebrada en un sistema electoral “universal, directo y secreto”, dejando para un futuro incierto otros elementos integrantes de las relaciones democráticas propias en sistemas civilizados, abiertos, plurales y multicomprensivos de los “otros” .
A tal mixtura ideológica del venezolano se ha agregado una versión del socialismo autoritario, cuyas fuentes podrían encontrarse en los llamados “socialismos reales” y una idea dogmática marxiana, de los cuales aún quedan patéticos sobrevivientes.
Estas tres raíces culturales: el caudillismo militarista, personalista y autoritario del siglo XIX; la democracia elitista socialmente excluyente del siglo XX y, la versión autoritaria del socialismo real y una descarriada versión del marxismo de comienzos del siglo XXI, han conformado una deplorable promiscuidad en la cultura política venezolana riesgosamente antidemocrática.
El impacto de esta trilogía ideológica en la cultura política de los venezolanos, en estos tres primeros lustros del siglo XXI, ha saturado las prácticas de los actores políticos, tanto del Gobierno como de la oposición; razón por la cual los constantes desvaríos de la oposición han colocado en la orfandad política a millones de opositores y, las erráticas políticas económicas del Gobierno han lanzado a todos los ciudadanos hacia las humillantes colas debilitadoras de las lealtades políticas y, han servido a la politización antigubernamental de miles de pequeños, medianos y grandes empresarios quienes, por su peso en la estructura económica, podrían haber cumplido un papel estabilizador frente a la actual crisis de los precios del petróleo que escapan al control del sistema económico venezolano.
Urge asumir un denso talante democrático –sin deponer los principios ideológicos- a la altura de las actuales exigencias históricas que estimule el encuentro multiplicador de los esfuerzos democráticos combinados, para enfrentar las indomables dificultades de gobernar un sistema social asediado por quienes pugnan violentamente desde el exterior por controlar las grandes reservas petroleras y gasíferas de todos los venezolanos, cuyos cálculos estimados sobre reservas probadas alcanzan la cifra de 39,5 billones de dólares, colocándonos en el tercer lugar del mundo, detrás de Rusia con 47 billones e Irán con 43 billones.