Por Hildegard Rondón de Sansó|De la información periodística (Opinión)

Hay un afiche conmovedor para aludir a los deberes de la información periodística consistente en la figura de un menesteroso que tiene una bolsita donde, en lugar de recoger las dádivas de las personas caritativas, recoge las noticias que conforman su necesidad de información. El afiche dice que, al igual que el limosnero, estamos hambrientos de noticias fidedignas. Pues bien, hoy hubiera querido irme a una céntrica calle y ponerme en el suelo con ese mismo aviso cuando veo el desparpajo de la prensa al abstenerse de anunciar el gran triunfo de Venezuela en el arbitraje CIADI incoado por la ExxonMobil en su contra.

Efectivamente, algunas agencias de noticias no dicen la verdad con respecto al Laudo esperado durante siete años de un tribunal arbitral con relación a la aludida demanda en contra de nuestro país, derivada de la nacionalización de la Faja Petrolífera del Orinoco.

Para cualquier persona la noticia de que un tribunal arbitral le ha negado a la ExxonMobil la astronómica indemnización de 16 mil millones de dólares por la nacionalización de las empresas que operaban en dicha Faja (Cerro Negro y La Ceiba), reduciéndola a su justo pago, representa una derrota para dicha empresa y una victoria para Venezuela.

La habilidad periodística para mimetizar la información es tal que ocultan la evidencia, cambiando completamente el sentido que las decisiones poseen. Nos imaginamos que esta tendencia a falsear las cosas debe tener alguna razón de ser, porque un periodista es alguien suficientemente racional para no incurrir gratuitamente en errores y, algo como esto, es un gravísimo error, lesivo en muchos sentidos y para muchas personas: para las empresas operadoras; para el país; para las relaciones económicas; para los proyectos en curso; para el destino mismo de los proyectos honestos que se quieran realizar.

Una noticia de la naturaleza de lo expuesto va directo a la Bolsa, afectando los valores que ella maneja; va directo a los criterios políticos, incidiendo sobre las encuestas y las opiniones de los ciudadanos, pero sobre todo, va en contra del país globalmente considerado, es decir, en sus personas en sus actividades, en su desarrollo, en su futuro.

En el caso específico de Venezuela se trataba de una empresa que nos demandó a pesar de que se le había ofrecido satisfacer sus justas aspiraciones, pero ella insistió en sus pretensiones astronómicas para las cuales una eventual indemnización debería equivaler a 10 veces o más de los eventuales daños que sufriera.

La consecuencia menos grave de ello es la mala intención con que se tratan los eventuales éxitos de nuestro país, lo cual puede ser debido a las siguientes razones:

1.- A la influencia crematística de la empresa perdedora;

2.- A la total incomprensión de los periodistas de la realidad de los hechos y,

3.- A un sentimiento antinacionalista incontrolable, que está muy presente en muchos venezolanos que rechazan al país y no se alegran de sus éxitos, lo cual nos indica que hay que comenzar por devolverle su auténtica nacionalidad a los que sienten y actúan en tal forma. ¿Cuál es el método para obtener este cambio cuasi-milagroso?

Acercarse a ellos con la mano extendida del amigo y hablar, mostrar los hechos, reconocer los errores, prometer sinceramente enmiendas, y conversar con la palabra y el ejemplo que no hay nadie exento del deber de engrandecer con nuestro trabajo y esfuerzo los valores patrios.

Se trata de un deber no escrito ni exigido coactivamente, pero que es el punto de partida del crecimiento de un pueblo como Nación.

sansohildegard@hotmail.com