Inhumana ecuación honoris causa

Por Alfredo Carquez

Tinta cruda

Un famoso empresario jubilado viaja a las mas anticomunistas provincias del país mas anticomunista del planeta. Allí recibe, siempre en compañía inmaterial de sus millones de billetes verdes, un reconocimiento, tal vez relacionado con algún generoso aporte en metálico donado a la institución que lo invitó. Y, por supuesto, al final del acto y en medio de la euforia le declara a la prensa. No en balde es también dueño de canales de televisión tanto en Venezuela como en Estados Unidos.

No habla de negocios ni de su habilidad heredada de un contratista del último -y verdadero- dictador criollo. Cierto que su familia de origen cubano hizo sus realitos antes de que se materializara el Pacto de Punto Fijo, pero también es verdad que durante buena parte de la existencia de ese arreglo adeco-copeyano, sus parientes se quedaron con una buena tajada de la renta petrolera.

Pues bien. Tal personaje propone una salida matemática para la República Bolivariana de Venezuela: un borrón y cuenta nueva de la ecuación vigente en el país. No quiere nada con el modelo que privilegia que el resultado de la explotación de nuestros hidrocarburos se destine a los sectores menos favorecidos; con el que defiende valores como la soberanía e independencia. En resumen, cree que hay que desechar los logros alcanzados a partir del primer triunfo electoral del presidente Hugo Chávez.

Pide además ese señor que se respete la Constitución, señalamiento que llama la atención, dado los viejos y estrechos vínculos de la familia a la que pertenece con presidentes y factores de poder de Estados Unidos, famosos por su inclinación incontrolada a meterse en los asuntos de otras naciones.

Y también por la inolvidable participación de su canal de televisión criollo en toda la cadena de sucesos previos al golpe de Estado que llevó a Pedro Carmona Estanga a disfrutar de una brevísima estadía en el Palacio de Miraflores.

Pero la guinda que adorna sus comentarios tiene que ver con la admiración mostrada hacia el mandatario argentino, el mismo que puja por el perdón de los violadores de los derechos humanos que, entrenados, financiados y aupados por Washington, azotaron el país austral en los años 70 y 80.

Por lo visto, el homenajeado en cuestión desea que haya despidos de empleados públicos, liberación de tarifas y privatización de servicios, incremento de precios de artículos de primera necesidad; reducción de pensiones y aumento de la jornada laboral…

¡Líbrenos Dios de esa clase de deseo! ¡Y más aun de esa clase de ecuación!

alfredo.carquez@gmail.com