El IVIC desarrolla un proyecto en torno a los frutos autóctonos

Según el INE (Instituto Nacional de Estadísticas) el consumo de frutas en Venezuela (ustedes saben, ese país en cuyos campos crece DE TODO) es de 3 y 4 por ciento, y en algunos casos es casi nulo. Hora de volver a mirar a la tierra

Por más que esté en construcción una nueva conciencia sobre los beneficios de lo que en nuestra tierra se da para tener un consumo óptimo de los nutrientes que necesitamos para tener una vida sana, aun ignoramos la riqueza y beneficios de muchas especies.

Es impresionante el potencial que hay en esta tierra en cuanto a la producción de frutas que podrían convertirse en una fuente barata de reforzamiento de la alimentación, pero por ignorancia no son tomadas en cuenta y en muchos casos éstas terminan como alimento para animales, que no está mal, pero tampoco está bien.

Desde el Ivic (Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas) obtuvimos información sobre un trabajo que se desarrolla en este momento, un proyecto que se dedica a varias especies frutales de las que muy poco se sabe, y que crecen, en su mayoría, en condiciones silvestres en distintas locaciones, dependiendo del clima, la altitud y otros elementos que las mantienen vivas, aclimatadas y sin ninguna intervención humana.

La mayoría de estas frutas dependen de la variedad de zonas geográficas y climáticas del país. Hay casos en los que cambian de nombre de un estado a otro que poseen temperaturas similares, lo que genera algunas discusiones sobre si se trata del mismo fruto.

Este trabajo de investigación cuenta con un estudio que agrupa unas setenta y tres (73) especies reunidas en un poco más de veinte (20) familias, que la investigadora, Marisela Bravo, espera robustecer hasta que culmine el proyecto.

Cuáles son y dónde están

Chirimoya, anón, guama, caimito, jobo, pumalaca, ciruela de hueso, uchuva, chachafruto, entre muchas otras, han sido estudiadas en cuanto a sus propiedades y aportes alimenticios y los resultados sorprenden. Por ejemplo: creemos que una de las frutas con mayor contenido de vitamina “c”, es la naranja, pero aquí, en varios estados del país como Falcón o algunos otros del oriente y el sur de Venezuela (tuve la oportunidad de probarla en Ciudad Bolívar) crece la semeruca, semeruco o cerecita, y resulta que esta frutica, que no es considerada en nuestra cotidiana forma de comer, posee cuarenta veces más Vitamina C que la naranja.

También está el caso de una de las frutas de las que sólo se utiliza una parte, y por lo general se desecha el resto, salvo en el estado Bolívar: el merey, con el que se confeccionan diversos dulces a partir del procesamiento de la semilla. Muchos desconocen la fuente de vitaminas que éste posee.

El chachafruto es otro caso de esos que sorprenden. Es una leguminosa que crece en zonas frías y altas, como en los páramos del estado Mérida. Según los estudios realizados por Marisela, cada 100 gramos de esta delicia semidesconocida aporta, por extraño que parezca, 23% de proteínas al organismo, o sea, lo mismo que obtenemos al comer pollo.

El caso de las anonáceas es otro digno de destacar. Existen cientos (si no miles) de estudios que certifican que la mayoría de los productos procesados y complementados con venenos muy adictivos, también generan cáncer, enfermedad que reporta altos porcentajes de crecimiento día a día. El anón es una fruta que ha perdido terreno en la alimentación de los venezolanos y es familia de la guanábana, así que posee las mismas cualidades antioxidantes y anticancerígenas y es local, aunque cada día es más difícil encontrarla en mercados populares o en las grandes cadenas capitalistas.

Las lista continúa y los estudios realizados arrojan resultados importantes sobre que todas estas variedades frutales poseen vitaminas, minerales, proteínas y otros complementos que fortalecen el sistema inmunológico, ayudan a curar enfermedades y a evitarlas y otros beneficios de los que muy poco conoce una población que consume la chatarra normalizada por la propaganda que desde hace años nos enseñó que comer enlatados, azúcares, grasas trans y otras porquerías era mejor que comer las frutas nuestras.

Un equipo en plena inventadera

“Mi misión en este proyecto, más allá del estudio de las especies frutales, es visibilizar las especies que tengan potencial alimenticio”.

Marisela Bravo, como en la mayoría de las investigaciones llevadas adelante por el IVIC, no trabaja sola. Varias personas la acompañan en este proceso de precisar los componentes y dar a conocer las bondades de nuestras frutas, entre ellos, uno de los columnistas de La Inventadera, Éder Peña.

Los recursos asignados para estas investigaciones son de mucha importancia, aunque a veces se quedan cortos en la misión de recorrer el país para hacer un levantamiento amplio sobre todas las especies de frutas y sus beneficios alimenticios. Sin embargo no han estado solos y muchas de las especies de esta muestra, han sido obtenidas a través de la oportuna colaboración de amigos y personas sensibles al tema del consumo de alimentos más sanos.

Marisela afirma que a pesar del desconocimiento general, localmente la gente se las ha inventado para solventar una dieta que les provea de los nutrientes que no pueden obtener, o sea, el famoso “resuelve”.

“Hay casos en los que algunas de estas especies han sido y son formas de subsistencia de algunas comunidades muy específicas, por eso no es descabellado el nombre que tiene una de estas frutas a la que se le conoce como pan de pobre, y también se le llama panapen, mazapan o fruta de pan”.

El conocimiento de estas frutas se reduce a las zonas en las que crecen y en las que han sido utilizadas por generaciones, pero fuera de este contexto climático y geográfico, la regla es la ignorancia.

Un libro para aprender jugando

Buscando difundir la información entre los y las pequeñitas, y además mantener la memoria de quienes las conocen y difundir conocimientos para la población en general, Marisela y el equipo están trabajando en un libro de juegos que contiene no sólo las frutas más conocidas, sino aquellas que “…quizás las conozcan los abuelitos, pero no los niños”.

La idea es introducir desde bien temprano la importancia del consumo de frutas y que dentro de ellas existe una amplia diversidad consumible.

El proyecto fue planteado por una de las compañeras y en este momento se encuentra en revisión por ser un material de enseñanza lúdica. Los juegos están listos, pero aun falta un poco de supervisión por parte de algún experto en educación y el trabajo de edición correspondiente que busca ser fresco, divertido y sobre todo formador de conocimiento.

Y es que esta intención de Marisela Bravo tiene su raíz en su propia infancia. Es llanera, nacida en Calabozo, estado Guárico y ya a los diecisiete años se fue a estudiar Ingeniería Agrónoma en San Juan de los Morros (Universidad Rómulo Gallegos) instituto del que egresa titulada en el 2004, siendo la primera de una familia bastante nutrida en cursar estudios universitarios.

Recuerda que su abuela le decía que no le podía dejar herencia económica, pero que sí podía ayudarla a estudiar, y que esa sería la herencia que le dejaría. El mismo año 2004, ingresa a su primer trabajo formal en el Inia (Instituto de Investigaciones Agrícolas); se sintió afortunada, porque sin que le moleste que la mayoría de sus colegas lo hagan, ella nunca quiso dedicarse a lo que hace la generalidad de egresados de Ingeniería Agrónoma: venta de insumos.

Posteriormente realizó un posgrado en la UCV (Universidad Central de Venezuela) y se graduó con un trabajo que realizó en el Ivic al que tituló “Tolerancia a la sequía en el arroz”, razón por la que maneja bien el tema de cómo tener una planta activa de chacha fruto en Caracas, o en Los Valles del Tuy, y que crezca cuidando el riego de la misma. También desarrolló una investigación a nivel de vivero concerniente al tema de Restauración de Bosques, quedando como investigadora fija de la institución para el año 2012.

Un año después inicia el estudio con estas especies subutilizadas a las que también, en la literatura de la disciplina, se les puede encontrar como “especies olvidadas”, “especies menores”, o “especies marginadas”.

Permeada por una vida familiar muy rica en la que convivió con tías, tíos, primos y primas y abuelas, y ya en su rol de madre, se preocupa no sólo por los procesos de investigación, sino también por poner a disposición de todo el país uno de los temas revolucionarios que tenemos pendiente y que en la medida en la que se conozca, definitivamente mejorará nuestra alimentación regalándonos altas dosis de soberanía.

FyF/La Inventadera