Rompiendo la norma|Lesbiana buscando casa (Temática)

En Venezuela conseguir vivienda siendo mujer significa pasar una serie de filtros condicionados por una mirada siempre excluyente y llena de sexismo. Son variadas las limitantes y condiciones que imponen las y los arrendatarios a quienes estén en la necesidad de alquilar algún espacio donde vivir; estas mayormente afincadas en las mujeres. El tener hijos, un trabajo poco remunerado, el no estar casada, la edad, la raza, la clase, la orientación sexual, expresión e identidad de género influyen a la hora de optar por alquilar, las mejores opciones tanto en la comodidad como en el precio son en su mayoría ofertadas a hombres solos; esto como consecuencia de la reproducción de estereotipos y prejuicios fundamentados en el género a través de la cultura.

A pesar de existir un marco legal en Venezuela que “…prohíbe la discriminación y brinda protección a quienes se encuentren en especial situación de vulnerabilidad, o susceptibles de ser discriminados o discriminadas por: orientación sexual, identidad de género, origen étnico, preferencia política y religiosa, condición económica, estado civil, edad, clase social, estado de salud y condición física, entre otros…” según lo establecido en el artículo 5 de la Ley para la Regularización y Control de los Arrendamientos de Vivienda, la realidad dista del ideal que tributa al acceso a la vivienda digna, mucho mas aun cuando además de ser mujer, pobre y negra se es lesbiana.

Portales web, páginas de diarios y demás medios publicitarios ofrecen servicios de alquiler que incumplen las imposiciones de ley que prohíben se “…exija como condición para el arrendamiento o subarrendamiento de viviendas, la circunstancia de no tener niños, niñas o adolescentes, de estar en estado de gestación, la de ser extranjero o extranjera el arrendatario, arrendataria, subarrendatario o subarrendataria, así como establecer discriminación por: orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, preferencia política y religiosa, condición económica, estado civil, clase social, profesión o condición social, y en otros casos de vulnerabilidad o marginación, discapacidad, enfermedades terminales, entre otras…” (Art. 14 Ley para la Regularización y Control de los Arrendamientos de Vivienda). La oferta “Solo para caballeros” predomina en la escena inmobiliaria, sentando privilegios para la condición masculina y dejando en la exclusión al resto, sin contar con las numerosas entrevistas por las que se tiene que pasar en las que se quebranta completamente el anterior artículo.

Las lesbianas particularmente sufrimos violencia intrafamiliar lo que nos hace migrar y sexiliarnos de nuestras familias, barrios o estados. Para el Órgano Superior de Vivienda la familia lésbica o la sujeta lesbiana no es considerada una prioridad porque no cumplimos los cánones exigidos como el estar casadas con un hombre, tener hijos, entre otras imposiciones que dan privilegio a la condición heterosexual para optar a un plan habitacional como la Gran Misión Vivienda Venezuela, que dejan de lado el abuso social, acoso sexual al que nos vemos expuestas las lesbianas en muchas ocasiones que deberían representar razones de peso para su toma en cuenta; así la opción de arrendamiento está llena también de trabas para quienes no contamos con estatus social y económico que nos permita pagar los altos precios que silencian prejuicios.

La consecuencia de todo este panorama social es la vulnerabilidad del derecho fundamental a la vivienda digna de la mujer lesbiana y su exposición al maltrato machista, la condición de calle y la supresión de una vida independiente o la conformación de una familia y el ejercicio de una maternidad libre y responsable.

Hace poco el Tribunal Supremo de Justicia venezolano dicto una sentencia que reconoce las familias homoparentales, la co-maternidad y co-paternidad. A pesar de ello –y de que el Estado venezolano está en la obligación ética y política de amparar a los grupos históricamente excluidos– la ausencia de políticas públicas en esta materia es evidente: las instituciones parecen mas ocupadas en la reproducción de creencias excluyentes y discriminatorias dejando de lado la creación de un mecanismo efectivo de inclusión y protección habitacional para la mujer y mucho menos para la mujer lesbiana.

Por lo que una organización lésbica cada vez mas unificada y fortificada se hace una prioridad para la garantía de nuestras vidas en condiciones de dignidad. La participación política lésbica, la consolidación de un movimiento lesbofeminista con voz propia, crítico, subversivo, el encuentro, visibilización y lucha propositiva son tareas que debemos trazarnos para este 2017.

Volver letra viva cada una de esas leyes y lograr la garantía de nuestros derechos pasa por ser las protagonistas de los cambios y conquistas que queremos ver alcanzadas, como nos dijera la teórica feminista negra y lesbiana neoyorkina Audre Lorde: “El silencio no nos protege…”, luchemos la revolución lesbiana.

T/Marielis Fuentes
I/Edgar Vargas
Valencia / Edo. Carabobo

_______________________________________
_______________________________________

COMO MISERABLES SERES DE LA NADA

Ir a un restaurante a comer costillas. Ir con tu pareja porque te sientes con ánimos para celebrar. Celebrar nada en particular, que se está viva, vivo, simplemente. Atiborrarse de papas fritas con salsa. Chuparse los dedos, ya saben, disfrutar los placeres sencillos de este mundo. Sentirte de pronto feliz, quizás por la sensación de plenitud después de la comida y por la grata compañía. Dar y pedir un abrazo… y es entonces cuando todo cambia. Cuando la paranoia, que hasta los momentos había estado a raya, se desata, y de pronto, el pedazo de cielo en que creías estar se reviste de hostilidad. De pronto te agreden, te increpan como si hubieses cometido un delito, a ti, que te sentías en tu paraíso, ocupándote de tus asuntos, sin fijarte en nadie. Y la sorpresa es tal que no te permite reaccionar. No estabas preparada/o para eso. En pocas palabras, te revientan el globo sin avisar.

Lo invalorable de las agresiones, particularmente de aquellas con base en prejuicios sexuales, es que son el germen ideal para que nazca la digna rabia. En el caso de la pareja de lesbianas, que en días pasados fueron víctimas de discriminación mientras comían en un local en La Castellana, la indignación dio paso a una protesta, tímida al comienzo, por twitter: “Acabamos de tener un episodio de homofobia… Nos pidieron a mi novia y a mí que no fuéramos tan afectuosas”. Protesta que creció hasta lograr la intervención de las autoridades del municipio así como el apoyo de parte de la comunidad sexo-diversa.

Pensando en este episodio, recuerdo un poema que escribió una amiga. Se titulaba El ser de la nada.

Se trataba de un ser desdichado, que vagaba por el mundo entregado a sentirse miserable. Un día, en que se sentía particularmente infeliz, decidió sentarse a descansar en un pedacito de suelo hasta que vino otro ser de la nada y le pidió que se levantara. Al principio se sintió regocijado pues pensó que el otro ser trataba de ayudarlo. Pero cuando se dio cuenta que era una trampa para despojarlo de su lugar, se sintió tan indignado que se negó rotundamente a cederle su espacio, aunque se tratase de un pedazo de roca sin valor.

En ese momento, el ser de la nada dejó de serlo, pues finalmente se convirtió en alguien.

Esta puede parecer una reflexión ingenua y hasta comeflor, y quizás lo sea, pero no por eso deja de ser acertada. Nos recuerda que vivimos en un mundo que nos desvaloriza como personas. Un mundo que está presto a censurarnos y arrebatarnos los pocos espacios de confort si se lo permitimos y que, por eso mismo, no debemos ceder. Menos aun cuando existen leyes que nos amparan y una comunidad, cada vez mas organizada, que quiere darse a respetar.

No cedamos nunca. No bajemos la cabeza. No guardemos silencio. No concedamos espacio a la discriminación y a la ignorancia. Confrontemos. No dejemos que nos conviertan en seres de la nada.

T/Javier Veliz
Caracas / Distrito Capital