La ley de Precios Justos, originalmente decretada por el comandante Hugo Chávez con el nombre de Ley de Costos y Precios Justos, y luego elevada a rango de Ley Orgánica por el presidente Nicolás Maduro, ha sido sin duda una ley polémica. La derecha ha pedido formalmente su impugnación alegando que es inconstitucional, lo cual responde a una postura ideológica antagónica al proceso revolucionario. Pero las críticas se han escuchado también desde sectores radicales de la izquierda.
Entre otros cuestionamientos, se ha dicho que esta ley es una medida reformista, ya que regula los márgenes de ganancia, pero no transforma el modelo económico. Es decir, que la ley busca domesticar al capitalismo, pero no transformar el modelo en un sistema económico productivo fundamentado en valores socialistas.
Este parece un argumento apresurado. Decir que los precios deben responder a su estructura de costos puede ser visto como algo lógico y evidente, que no implica cambios fundamentales. Sin embargo, lo que no es evidente, es que el hecho de establecer por ley que el precio debe responder a la suma de los costos y una ganancia razonable, cambia profundamente las reglas del juego.
Antes de su puesta en vigencia, las normas que regían en materia económica en el territorio nacional eran las leyes que sustentan el liberalismo económico, la mano invisible de Adam Smith, según la cual quien fija los precios es el libre juego de la oferta y la demanda. Es éste uno de los aspectos centrales que resulta incómodo, e incluso “inconstitucional” al dueño del capital, una verdadera amenaza, no solo para la burguesía venezolana, sino para los dueños del capital, allende las fronteras.
Las críticas desde filas afectas al Gobierno emergen en un escenario de inflación galopante, y niveles de especulación cada vez mayores. Los precios en lugar de estabilizarse, se muestran indomables. Muchos señalan a la Superintendencia de Precios Justos, institución joven, que aún requiere de mayor fortaleza institucional.
Pero el problema de la inflación requiere de manera urgente de políticas económicas integrales. Hace falta una visión pragmática del problema cambiario, epicentro del fenómeno especulativo, y políticas coherentes en los demás ámbitos de la economía. No hay solución sencilla para esto, pero seguir manteniendo focos de distorsión que son captados por el capital especulativo lo que hace es profundizar el problema cada vez más.