Lucía Vaamonde, la pionera: ¡Vivita y corriendo!

De niña fue tímida y algo solitaria. Veía cosas. Una vez describió un incendio y luego lo vieron y padecieron los viejos vecinos en San Agustín. A la matrona Trina eso no le hacía mucha gracia por ello se empeñó en inculcar una férrea disciplina. La adolescencia la pasó entre aviones, premios y titulares de periódicos. Aún con su rostro infantil empezó a aparecer en los diarios como parte del equipo de volibol que viajó en 1965 a los V Juegos Bolivarianos de Guayaquil, Ecuador.

Su pase al atletismo la convirtió en estrella internacional. Durante los Juegos Bolivarianos de 1970 en Maracaibo ganó medallas de oro en los 100 metros vallas (14′ 8 segundos), en salto largo y en pentatlón. Más tarde, en los Bolivarianos de Panamá (1973) obtuvo dos de plata por salto largo (5,87 metros) y en pentatlón con 3.825 puntos:

-Para correr me inspiraba en los caballos, no en las señoritas hogareñas. Eso incomodaba en la familia. A veces tenía que mentir y forcejear en casa para poder entrenar.

Por supuesto, los juegos olímpicos la esperaban, siendo la primera mujer de nuestro país en representar el atletismo en Munich 1972, donde ocupó el 25° lugar en la prueba de pentatlón y más tarde en los 100 metros con vallas en Montreal 1976. A estos últimos asistió como la única atleta en representación del tricolor.

De anemia, Nike y Adidas

Desde 1971 universidades estadounidenses empezaron a ofrecerle becas. Estaba inconforme con el comportamiento de las autoridades deportivas nacionales. A veces hasta tenía que pagar sus pasajes para poder asistir a juegos. No pensó mucho y aceptó las propuestas. Al comienzo estuvo tres meses, recibió un tratamiento de inyecciones de hierro interdiarias porque su hemoglobina marcaba cinco gramos, cuando menor de doce es considerado grave. Volvió a Venezuela, para luego participar en los Panamericanos de Jamaica 71 y regresar con una medalla de plata.

De nuevo en el norte cursó psicología en la Texas Woman’s University, mientras vivía en las residencias estudiantiles. De allí salía a competir luego con los clubes de las universidades de Los Angeles (California), Boulder (Colorado) y Berkeley (California). Durante sus participaciones dentro y fuera del nuevo país era común que consiguiera en su hotel múltiples regalos y cajas de zapatos de Nike y Adidas, marcas que se empezaban a posicionar en el mercado. Por cierto, estando en sus prácticas en Boulder se fracturó una pierna y debieron incrustarle clavos metálicos. Le aconsejaron dejar los entrenamientos. No hizo caso. Siguió con las citas deportivas pese a que cada tránsito por aeropuertos se convirtiera en tortura. Una de esas salidas fue para representar a Venezuela en Canadá.

Varias de sus hazañas o accidentes las registran «online» las revistas Women’s Track and Field World, NorCal Running Review y portales como Cal State East Bay Pioneers.

Con Muhammad Alí

Estando en la Universidad de Berkeley conoció a Muhammad Alí. En medio del discurso el campeón mundial citó a Venezuela donde había estado los años 71 y 74, y lo mencionaba como ejemplo de inclusión racial, en comparación con Estados Unidos (EEUU). Le manifestó a ella lo contento que se sintió en nuestro país.

Muchísimos la recuerdan y aman aún, basta con hurgar en los archivos de los diarios e Internet para que aparezca: «Lucía Vaamonde abrió caminos», «pionera», «única atleta en las olimpíadas», «única mujer», «precursora», «de la generación conocida como Los Superdotados». Los espacios deportivos de las redes sociales la mencionan y de inmediato se preguntan ¿dónde está?.

Pues, vive aún en Estados Unidos. Tuvo durante unos 20 años una tienda de productos relacionados con la espiritualidad y por los últimos 30 ha residido en Oakland, California. Sigue tímida especialmente para fotos o entrevistas. Esta la realizó gracias a una amistad que lleva varias décadas. Eso sí, el caraqueñísimo «¿Qué pasó chamo?» sigue idéntico.

Durante un tiempo era habitual conseguírsela con cinco dálmatas rumbo a la playa, para correr con ellos como lo hacía en las canchas de diferentes países. Ahora lo hace con Max, un pastor alemán mezclado con rottweiler más alto que yo, que corre a buscar algún juguete para mostrarlo cuando sospecha que la visita se va.

«Me hubiese gustado hacerlo allá»

«Aquí al lado de Santa Bárbara» fue su sugerencia para la foto. Y es que la adora, como también a María Lionza, y por Ochún, pues se vuelve loca. Aquellas visiones de niña la empujaron a prender velas y meditar.

Todavía tiene familia en Caracas, en Colinas de Bello Monte. Los visita de vez en cuando, pero la mayoría está desde hace décadas en EEUU. No tiene redes sociales, se sorprende cuando le envío fotos de ella conseguidas «online». Y si uno le pone un joropo, le brillan los ojos y lo acompaña a uno a bailar, si no hay mucha gente:

«Me emociona (hasta las lágrimas) recordar esos tiempos. Yo sabía que tenía que luchar para vivir esa etapa. Corriendo me sentía libre y mucho más feliz. Lo tenía que hacer. Pero ya pasó. Fue un período de mi vida. Eso sí, la comodidad y los logros conseguidos acá en Estados Unidos me hubiese gustado obtenerlos allá. Vivirlos allá. Pude comprar una casa y ayudar a mi familia siendo muy joven. La universidad y las competencias me lo facilitaron. Ahorita me emociona, pero ya pasó».

Representar en precariedad

Recuerda con tristeza las condiciones de precariedad en que vivían los representantes deportivos cuando salían a las competencias, o el ventajismo del cual se aprovechaban algunos de quienes decidían sobre los viajes de los atletas, y especialmente las atletas, y el desespero cuando se enfrentaban a algún contratiempo. Lamenta igualmente el fallecimiento de su colega de canchas  y amiga Gisela Vidal, con quien tuvo comunicación durante sus últimos años y quien fuera una de las figuras que le inspiró a lucirse en las canchas: «Yo no podía creer que ella me brindara su amistad y sus consejos. Era la más grande».

Abusando de la incomodidad para las fotos, le pedí hacer un Tiktok con un mensaje para el terruño: «A pesar de todos los años fuera de mi país…venezolana cien por ciento».

Se alegra como cualquier paisano por los triunfos de la mega campeona Yulimar Rojas y agradece vía texto que aún tomemos en cuenta a quienes iniciaron ese brillante camino: «Y como te dije, he estado mucho tiempo fuera de Venezuela, pero ella siempre ha vivido dentro de mí y me la llevaré cuando sea el tiempo de irme».

Por pura curiosidad este redactor buscó en la lista del Salón de la Fama del deporte venezolano, la institución privada que organiza esa parte de nuestra memoria colectiva y L.V.  no aparece. ¿Pero nunca es tarde verdad?

Rómulo Hernández
F/Cortesía
*romulohernandez@sbcglobal.net
San Francisco