Por Beatriz Aiffil|Mama Sarah (Opinión)

Cónchale Barack, te queda solo una abuelita donde ir a llorar y es tu abuelita negra, negra de color, no sé si de conciencia, que sería lo ideal para el desarrollo del pueblo negro y de la humanidad en general.

Te queda tu abuela negra allá en Kenia. Qué cosas ¿no? En Kenia. Es que la historia tuya da unos vueltones que una se queda sin entender. Perpleja, dicen algunos. De Kenia la abuela… Nombre hermoso el de Kenia, con él han bautizado a muchas amiguitas nuestras y con el nombre de su capital también: Nairobi.

En Kenia se han dado muchas golpizas y masacres. Mejor no te digo lo que hay en Kenia, pasando por el mismísimo coltán. Te debes acordar de que hace menos de dos años hubo un atentado en un centro comercial donde murieron casi 100 personas? Porque dejó de existir en ese incidente supe de la existencia de Binyavanga Wainaina, escritor de Cómo escribir sobre África. Kenia es ahora el país de los 147 (en ascenso), que suena a los 43 de Ayotzinapa pero multiplicado. Charlie sí, los negritos no. Je suis Kenya. Yo soy Kenia. Kenia es el país del líder independentista Jomo Kenyatta, padre de Uhuru el actual presidente, y de Wangari Maatai, la mujer árbol, premio nobel más bonito que el tuyo Barak.

No tendré piedad contigo como no la tuve con Bush. No te extenderé la mano amiga porque tú ofreciste torcerme el brazo. Sé que el águila imperial mueve todos los designios que salen de tu boca. Que el cuerpito tuyo no tiene la culpa, pero estás ahí y como estás ahí y los humanos necesitamos ponerle cara a todo lo que no entendemos, Dios por ejemplo, te vemos a ti como el malo. Malo, malo, malo eres…

Te acusamos, j’acuse, yo acuso. Algunos te excusan: pobrecito, lo engañaron… Eso es creer que tú, Barack, hablas con voz propia. Que a ti se te ocurrió tal o cual cosa. Crédulos… Cuando estaba Bush, odiábamos a Bush. A mí no me costaba mucho no quererlo. Ahora estás tú, con piel negra y sin conciencia negra sino una conciencia que te insufló la abuelita banquera, la blanca. Sin embargo, confieso que me oculté el domingo de la quema de Judas, pero el olor a pellejo negro quemado entró por mi ventana. Y tenía a Kenia presente por los 147, pensaba en las rivalidades étnicas y religiosas y en sus trasfondos, así que me acordé de Sarah, tu abuelita keniana. No pensaba apiadarme pero si yo fuera mama Sarah tendrías una última oportunidad. Ven acá, mi negrito, aquí siempre tendrás un hogar.

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