Desde el resuello Esnú de Gino González|Materia prima (Opinión)

Alirio vino porai. Trajo dos gallinas criollas y ramitas de una mata que le dicen acetominofén. Supongo tiene otro nombre y por sus cualidades la empezaron a llamar así como el conocido medicamento muy popular en estos días o quién sabe si la misma hasta será la base para elaborarlo. Lo cierto es que con ella se trató la chikungunya que lo agarró por esos montes.

Lo de las gallinas criollas es porque son escasas hoy día. El tipo de pollas para cría en el mercado actual son unas que ponen los huevos sí se alimentan con un producto industrial llamado ponarina. El gallo y el maíz no les bastan.

Es increíble como el conocimiento se ha replegado hacia los lugares más lejanos de los centros poblados. Recuerda a los pueblos indígenas, los cuales se adentraron en la selva huyendo de los invasores europeos, aquella vez.

Eso no es todo, no sólo te roban el conocimiento y te lo venden, sino que lo patentan y luego te persiguen cuando lo haces tú. El cucuy fue una prueba fiel de eso.

Una vez me dijo el poeta Acevedo: “La cultura ancestral del pueblo se ha mantenido gracias a los analfabetos”.

Muchos de quienes no fueron a la escuela optaron por otros oficios claves para la sociedad. Allí están los conuqueros, las costureras, los albañiles, entre tantos incluyendo a los músicos.

Aquellos cuya curiosidad los llevó a destapar un radio o una licuadora. Los mecánicos no salieron de la universidad. Cuando se creó el INCE y las escuelas técnicas, esos oficios ya estaban. Cuánto ha costado entender la importancia de estos maestros de la vida. El colmo cuando se les solicita credenciales académicas para que puedan enseñar.

Terrible un pueblo acéfalo de sus saberes dependiendo del dinero para sobrevivir. Nos venden todo, pero más grave aún, que todo pretendas comprarlo.

Esas son las armas con las cuales perversamente nos quieren dominar. No es casual aquel galpón en Aragua con medicamentos escondidos con ese fin. No era sólo el lucro lo que los motivó, pues había unos que les faltaba hasta un mes para su vencimiento. ¡Cuánta maldad alberga un sujeto de esa calaña!

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