Por Ana Cristina Bracho|Memorias de la sequía (Opinión)

Todo aquel que alguna vez ha bordeado la Península de Paraguaná ha visto en la carretera algún templo dedicado a las ánimas. Esta fe que sobrevive acompañada por la leyenda de almas bondadosas que acompañan a quienes se accidentan en la vía Coro-Punto Fijo es una prueba silenciosa de otro dramático paso del fenómeno El Niño por Venezuela. Transcurrió al menos una vez y con alguna posibilidad dos veces; la primera, menos severa en 1905 y, una segunda, violenta y mortal, entre el año 1911 y 1912. En ese entonces, el calor se había acumulado en Paraguaná de modo que a la población, a pie o en burro, le tocó salir a buscar agua en Coro, en la Sierra de San Luis o en la costa falconiana. Por intentarlo, murió un número indeterminado de personas entre las que no pudieron viajar, las que no se repusieron del viaje y las que no llegaron.

Este hecho marcó la memoria colectiva del pueblo falconiano y la geografía local, al desaparecer pueblos y brotar otros principalmente en la serranía. Esta tragedia –que pasó en un mundo menos comprometido por la industrialización y cuyos ciclos no habían sido trastocados con el calentamiento global– es un ejemplo de cómo durante toda la historia, como cualquier otro país, hemos sufrido eventos ambientales capaces de trastocar la normalidad.

Pero, ¿por qué no lo recordamos? ¿por qué nuestra memoria social no incluye los eventos climatológicos mas extremos que nos han golpeado, como todos pasaron y la gente, supo sortearlos? Pienso que con esto quedan en evidencia algunos puntos inconexos en nuestra educación básica.

En la escuela queremos formar niños ecológicamente conscientes pero son pocos los escenarios en los cuales les explicamos cómo funciona el clima y cómo nosotros, individual y colectivamente, nos relacionamos con él. La Historia ocupa un libro distinto al de las Ciencias de la Tierra que no se acercan tampoco a la Educación para el Trabajo o a la Cívica. En este tiempo, todos estos tópicos forman parte de un mismo tema: la participación democrática en un escenario donde las condiciones mundiales se encuentran comprometidas por la acción de algunos sobre la vida de todos.

No tan solo esta fue una semana para sentirnos un mismo Continente con el clima y los movimientos telúricos golpeando inclementemente Nuestramérica sino que concluye con una nueva cita para intentar lograr un acuerdo sobre el clima, donde difícilmente las fuerzas hegemónicas recordarán que las responsabilidades ambientales ni las consecuencias en su relajado manejo no se dividen equitativamente sino que calcan la repartición de las riquezas y el intento de alejar las grandes decisiones ecológicas de los pueblos frente a los intereses de la industria.

En este escenario, en nuestro país, olvidando 1912 y 2015, hay quienes sostienen que si no llueve –o si ahora sí- es porque así lo decidió el Gobierno…

@anicrisbracho