El mundo occidental, desde la antigüedad hasta nuestros días del siglo XXI, ha estado regido por el acento patriarcal, es decir, por el machismo que ha relegado a la mujer al trabajo explotador, a la mano de obra más barata, al segundo plano, a la explotación de su sexo y sensualidad como objeto de consumo, tal vez, por ser lo que más vende y deja fabulosas ganancias, precisamente, no a las mujeres, en este mundo capitalista voraz, escondido muchas veces en una falsa “liberación femenina”.
En cuanto a los jóvenes, en el mundo capitalista son la fuerza a ser, domeñada o domesticada, adaptada a los intereses del Estado burgués, en universidades que forman para la estupidización con título, siempre en minusvalía y en débito, desde el momento en que empieza a crecer con aquello de que “adolece” el joven que empieza a crecer y a vivir el mundo, mal llamado “adolescente”. Luego, los jóvenes pasan a servir de carne de cañón, mano de obra barata y medianamente calificada y principal consumidor de bienes, servicios y, sobre todo, drogas, porque son el principal motor económico del mundo capitalista.
En cambio, esa mujer y esos jóvenes del viejo mundo, en este nuevo mundo, multicéntrico y pluripolar, que se empieza a consolidar en esta Revolución Bolivariana, socialista y chavista, asumen las riendas de sus vidas y son protagonistas en la esfera colectiva, haciendo historia y haciendo patria, como jamás antes se había concebido.
Es por ello, que entre otras manifestaciones de emancipación, liberación y vivir viviendo, desde las filas del partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), siguiendo los lineamientos del comandante Hugo Chávez y convencidos como está nuestro líder y presidente Nicolás Maduro, nuestras UBCh, en asambleas, han propuesto aspirantes a candidatos a la Asamblea Nacional (AN), entre los que nos hemos propuesto dar el sitial que merecen con equidad, como corresponde a mujeres y jóvenes, convencidos de que gracias a ellos y sin parricidio alguno, sino todo lo contrario, asidos de la experiencia y sabiduría de los adultos mayores y contemporáneos (los mayorones o los más viejos de nosotros) esta Revolución se hará “irreversible”, como diría el joven mártir y diputado Robert Serra.
Es apenas el comienzo de la participación activa de mujeres y jóvenes, como vanguardia y protagonistas de este proceso revolucionario. También, representa un gran peligro para los intereses restauradores del imperialismo unipolar decadente y de sus lacayos criollos, los plutócratas y los viciosos de la IV República.