Hay mentiras urbanas que pasan de generación en generación haciendo daño porque la gente en serio cree que las madres y las abuelitas son perfectas y no se equivocan.
Por eso resulta conveniente que, ante cada dato de dudosa autenticidad, preguntes: “¿Eso te lo dijeron o lo leíste?”
Una de las mentiras más recurrentes es esa según la cual los nombres propios no tienen ortografía. Siempre escucharás a alguien decir que su nombre no lleva tilde porque su mamá lo registró así y porque así aparece en la cédula y en la partida de nacimiento. Pero la verdad es que los nombres se acentúan según las reglas del castellano y punto.
Es comprensible la necesidad de cada persona de proclamar su individualidad hasta las últimas instancias. Sin embargo, todas las palabras se escriben para que alguien pueda pronunciarlas, y son la ausencia o presencia de las tildes las que advierten al lector dónde debe aplicar la mayor fuerza de voz.
Quienes se siguen resistiendo a relacionar sus nombres con las reglas de la gramática estarán, por lo tanto, condenados a la incomodidad de andar aclarando erróneamente que, solo en ese caso, se escribe Andres pero se pronuncia Andrés -por ejemplo.
En cuanto a las cédulas de identidad y a las partidas de nacimiento en Venezuela, te sugerimos que no las tomes como paradigma gramatical porque casi todas se basan en la antigua costumbre de no acentuar las mayúsculas sostenidas.