Por Freddy J. Melo|Octubre en noviembre (Opinión)

El 7 de este mes se cumplen 97 años de uno de los acontecimientos más formidables de la historia. Era 25 de octubre por el viejo calendario que entonces regía en Rusia, reemplazado luego por el de vigencia universal.

Ese día se fundieron en un solo nudo la revolución proletaria contra la burguesía, la campesina contra los terratenientes, la de los soldados contra la guerra (carnicería conocida como primera mundial, 1GM, 1914-1918) y la decisión de crear un nuevo tipo de poder.

La conmoción en el país más extenso del planeta signó con fuego el siglo XX y partió en dos la geografía, el acontecer histórico y la concepción de la sociedad y de la vida.

En febrero-marzo de 1917 fue derrocado el zar, pero el gobierno naciente, encabezado primero por Giorgi Lvov y luego por Alexander Kerensky, desatendió los problemas de la tierra y el trabajo y prosiguió la guerra imperialista.

Y a partir de abril, cuando el exiliado Vladimir Uliánov, con nombre de batalla Lenin, retornó a dirigir su pequeño partido obrero, se desencadenó una lucha de ideas y combates sociales que fue trasvasando el apoyo de las mayorías, de las organizaciones pequeñoburguesas y burguesas a la del líder llegado del exilio, quien demostró ser un jefe político genial, maestro de la estrategia y la táctica bajo la guía de la teoría marxista.

Siete meses después Kerensky fue derribado y Lenin anunció: “…comienza la construcción de la sociedad socialista”. Sus primeros decretos fueron por paz, tierra y conversión de la propiedad privada sobre los medios de producción en propiedad social estatal.

El país logró salir de la 1GM sólo para verse envuelto en la vorágine de la guerra civil, desatada por las fuerzas leales al zarismo –encuadradas en el llamado “ejército blanco”–, encabezada por los militares Alexander Kolchak, Antonin Denikin, Nikolai Yudénich y Piotr Wrangel y apoyada por las potencias occidentales.

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