Venezuela, mi patria querida; la tierra de Bolívar, de Sucre, Miranda, de Chávez y de la Vinotinto está herida futbolísticamente, y como no escribirlo, si acabamos de perder la mitad del boleto al Mundial de Brasil 2014.
Lo sucedido el martes en Cachamay parece una escena repetida de una mala película de terror. Hace poco más de cuatro años nos quedamos en la puerta de Sudáfrica 2010 con 22 puntos que no alcanzaron aquella vez para lograr ese sueño anhelado. El último clasificado, precisamente Uruguay (que fue a la repesca), logró 24 unidades en aquella eliminatoria.
La historia podría repetirse en 2013. La Vinotinto acaba de entrar a terapia intensiva y me atrevo a decir que no depende de sí misma para clasificar.
Cuando restan tres juegos clasificatorios, uno en Chile y dos en casa frente a Perú y Paraguay, Venezuela no puede perder más ni mucho menos empatar; al contrario, debe lograr los nueve puntos para llegar a 25, que, por cosas del fútbol, podrían no alcanzar. Ojalá y esté equivocado.
No es culpa de los jugadores, ni del técnico, ni de la fanaticada, ni del calendario, ni de nada; es culpa del fútbol, que a veces es alegría y otras tristeza; por eso, ahora el número clave es el 25.