Por Walter Ortiz|Opción mortal (Opinión)

El presidente Nicolás Maduro, con ocasión del acto de conmemoración de una año más de la victoria heroica de Carabobo, llamó al chavismo a la remoralización en el contexto de la necesaria repolarización política.

Sin duda la batalla que se avecina tiene estos ingredientes. La guerra que nos han dado desde la enfermedad del comandante Hugo Chávez tiene dos características, la económica que no posee rostros, actores visibles, como los que si hubo durante el golpe de Estado y sabotaje petrolero de 2002; y la política con la oposición transitando desde la violencia hasta la opción electoral.

La propuesta del adversario, que siempre ha negado la existencia de una fuerza política denominada chavismo, con tres raíces de un proyecto histórico bien definido (Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez), es asumir la mayoría de la Asamblea Nacional con un solo propósito bastante claro y unificador de todas sus divisiones: derrocar al presidente Maduro y destruir la Revolución.

Tal cosa debe quedar muy clara a los ojos de quienes a partir del 28 de junio y de cara al 6 de diciembre, tenemos el reto de preservar este proceso revolucionario que no pasa su mejor momento en el tema económico, producto de una guerra nacional e internacional, aprovechándose de una economía dependiente de la renta petrolera, y de la merma general de nuestros ingresos.

Nadie, desde la derecha, ha tenido la dignidad de hablar con la verdad al pueblo venezolano, y decir que su deseo es liberar del todo la economía, derogar la ley del trabajo y eliminar todo gasto social (para nosotros inversión), una vez logrado su objetivo máximo, destruirnos como opción política de poder, y con nosotros todo el proyecto histórico que encarnamos.

Con ello, a la difícil situación inflacionaria y la especulación absoluta de los precios, amparados en un dólar cuyo precio parece tener protección de algún banco central de otro Estado, se sumará una brutal situación de desempleo, la eliminación de cualquier tipo de subsidio, así como la supresión de derechos fundamentales como los que contiene la ley del trabajo, o el derecho a la vivienda. Elementos de nuestro proyecto que serían arrasados.

De aquí en más, nos enfrentamos a una nueva encrucijada política, donde cualquier paso en falso representa ni más ni menos que la derrota del proyecto histórico por el cual los factores nacionalistas y la izquierda llevan casi 200 años peleando.

Esto es válido para todos, porque la derecha tiene en su partida de nacimiento la violencia y la traición contra todo lo que huela a distinto de su pensamiento. La historia es implacable en ejemplos.

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