Asegura que el Premio Rómulo Gallegos “se la juega todo por la literatura”|Pablo Montoya: La escritura la asumo como el ejercicio cotidiano de la resistencia

Pablo Montoya aún no sale de su asombro por haber salido del anonimato, luego de que en el mundo se conociera la noticia de que fue el ganador de la más reciente edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, por libro Tríptico de la infamia. Este domingo el autor recibirá en un acto público este galardón.

El autor, a quien le acompañan la sencillez y una sonrisa cuando habla de su vida y de su obra, asegura que el reto actualmente es lograr seguir con los principios estéticos que ha guardado desde que luego de salir de un atajo en el que se topó con la medicina y la música, decidió dedicarse definitivamente a la literatura.

Con una precisión única, Montoya confiesa que con las obras de Tolstoi y Dostoyevski tuvo la certeza a los 15 o 16 años de que quería ser escritor y asegura que para él la literatura, la escritura y la lectura “han sido un gran consuelo”.

“La vida es muy dura, nuestro cuerpo es muy frágil, hay dificultades permanentes con el cuerpo, con los otros, con el mundo. Evidentemente, existen los buenos momentos que da la vida, que son consoladores, pero la escritura la asumo como esa gran consolación, pero sobre todo como el ejercicio cotidiano de la disidencia o más bien de la resistencia”, señaló.

Según Montoya, “en un país como Colombia, tan complicado, tan difícil, tan lleno de infamias por todas partes, tan doloroso, creo que la literatura, la escritura me ha ayudado a tener una coraza frente a esa agresividad permanente que ofrece el mundo”.

COMIENZOS

Recientemente, el escritor Pablo Montoya confesó que se inició como lector, gracias a su mamá, Mariana Campuzano, quien le compró sus primeros libros y de quien además guarda una imagen de la infancia, cuando llegaba de la escuela y la veía, con su cabello ceniciento sentada en una poltrona, leyendo libros.

-Pero ¿cuándo comenzó a escribir?

-Cuando yo era estudiante de liceo. Tenía 16 años y decidí lanzarme a escribir un cuento, que después sería el tema fundamental de una novela que se llama Los derrotados, que escribí posteriormente. Ese cuento que escribí a los 16 años, era un cuento que contaba la relación de dos jóvenes, de dos muchachos de liceo. Uno era un artista, preocupado por la belleza, por la sensibilidad, por cultivar el arte y su mejor amigo, decide meterse en la guerrilla, en la militancia revolucionaria. Entonces el cuento trataba de mostrar esas dos tendencias, cómo confluían y cómo se repelían. Era un cuento como de 20 páginas y tengo un amigo llamado Rolando Rivera a quien en ese entonces le di el manuscrito y el lo pasó a máquina. Así comencé yo. Evidentemente ese cuento desapareció.

-¿Cuándo comienza a dedicarse formalmente a la literatura? ¿Quiénes son sus referentes literarios?

-El primer entusiasmo literario fuerte que tuve fue con un escritor alemán que se llama Hermann Hesse. Leí Demian, Bajo la rueda, El lobo estepario. Yo me devoré a Hermann Hesse cuando tenía 15 o 16 años. Creo que bajo esa influencia nació el cuento de los dos muchachos del liceo. Luego, tuve un impacto muy fuerte cuando leí a Dostoyevski, sobre todo cuando leí Crimen y Castigo y a los 18 y 19 años me devoré la obra de Dostoyevski y también la de de Tolstoi.

“Yo creo que a Tolstoi y a Dostoyevski yo les debo fundamentalmente la certeza de que yo quería ser escritor”, afirmó.

POR VARIOS CAMINOS

Aunque en ese momento, Pablo Montoya tuvo la certeza de que quería ser escritor, recorrió otros caminos antes de dedicarse formalmente a la literatura:

“Yo estudié medicina cuatro semestres. Mi padre (José Montoya) era médico y yo tenía que seguir la dirección que él de alguna manera me quiso imponer, pero que negocié con él y le dije: No, yo no puedo ser médico, porque no siento esa vocación. Yo quiero ser artista”, contó.

-¿Fue entonces que comenzó los estudios de literatura?

No. Antes de dedicarme completamente a la literatura, tuve un atajo y pasé por la música. Estuve casi diez años dedicado a la música. Toqué de todo, era músico de una orquesta sinfónica, era flautista y toqué música colombiana, popular, jazz, salsa, musica bailable, hacía serenatas. Fue un período muy simpático de mi vida, muy intenso, con dificultades económicas, porque vivir de la música no es fácil. Pero entonces sentía que con la música no podía darle vía libre a la creatividad. Creo que en la literatura fui encontrando ese espacio.

“Comencé a publicar cuentos, me gané algunos concursos nacionales y regionales y ahí fue cuando poco a poco empecé a decir: sí, por ahí es, ese es el camino”, recordó.

“Finalmente –añadió Montoya– decidí dejar la música, irme a París a estudiar la maestría y el doctorado. Mientras era músico en Tunja hice la licenciatura de Filosofía y Letras a distancia, no podía ir a tomar clases presencialmente porque trabajaba en la música y entonces iba cada mes a Bogotá a presentar mis exámenes, hacía mis trabajos, los enviaba y así logré obtener mi título de Licenciado en Filosofía y Letras”.

“En París viví 11 años y en París decidí dedicarme completamente a la literatura y dejar la música”, puntualizó.

-¿Y cuándo tomó la decisión de dar clases de literatura?

-Creo que el tránsito por la música fue muy emocionante, muy intenso y lleno de aprendizajes, pero también fue un tránsito por la precariedad, por la dificultad económica. No soy una persona que viene de una familia adinerada, ni de una familia humilde. Soy de una familia clase media, pero siempre al borde de la bancarrota. Osea que fue difícil abrir un espacio y me di cuenta de que rápidamente tenía que resolver el asunto de la sobrevivencia y que había que hacerlo de la manera más digna.

“Creo que esa manera digna es la enseñanza. Soy profesor de literatura desde hace años. Primero comencé a trabajar en la universidad pública francesa y luego pasé a la universidad en la que trabajo hoy que es la Universidad de Antioquia. Es un trabajo que me ha permitido felizmente, realizar las tres tareas: la escritura, la enseñanza y la investigación literaria”, apuntó.

Montoya contó que hay estudiantes que le han preguntado si va a dejar de dar clases:”No. Yo voy a seguir siendo profesor”.

ENTRE PINTURA Y LITERATURA

En el veredicto del Premio Rómulo Gallegos el jurado reconoció “la reconstrucción” y “la perspectiva” con la que se aborda en Tríptico de la infamia la Conquista de El Caribe. ¿Por qué se interesó en este tema y por qué plantearlo desde la novela histórica?

-A mí me ha interesado siempre la relación entre pintura y literatura y en libros anteriores he trabajado ese aspecto. Así que he trabajado en una dirección más o menos conocida cuando me enfrenté a estos tres pintores que recrea la novela. Yo los descubrí hace muchos años cuando viví en París y en ese contexto los descubrí, pero del descubrimiento a la escritura de la novela pasaron casi 20 años, trabajándola mentalmente, con la idea de escribir sobre estos personajes. Fue un recorrido largo, muy pensado. De tal manera que cuando yo me senté a escribir la novela las cosas fluyeron con muchísima rapidez. En 1995 comenzó la idea y en 2012 me senté a escribirla. Estuve cuatro meses trabajando y escribí la primera versión.

“Me llamó la atención el tema de los pintores porque era una manera nueva de recrear ese siglo XVI y generalmente cuando se lee la novela histórica que se ha escrito sobre esa época, muy violenta, muy agresiva, muy turbulenta y al mismo tiempo un siglo con un gran ímpetu artístico. Es como una relación entre una época sombría por los muertos y víctimas que hubo en las guerras y al mismo tiempo, una especie de esplendor artístico e intelectual y es muy curioso esa relación entre lo sombrío-luminoso. Entonces me di cuenta que era importante trabajar esa perspectiva y retratar el mundo, desde otra posibilidad que es la que ofrecen los artistas”, prosiguió.

-¿Cuál cree usted que es el rol que juegan los artistas en las sociedades y específicamente en los momentos cumbres de la historia?

-El escritor francés André Gide decía en El tratado de Narciso, que la función del escritor es la de molestar, denunciar, decir que las cosas no están tan bien como se piensa, la de escarbar en los momentos del pasado y mostrar aquellas cosas que no han sido mostradas. Muchas veces por esa característica es que se le ha visto al escritor como una especie de guía espiritual, intelectual y social pero muchas veces no son tales guías, sino personas solitarias que tienen un compromiso con la escritura misma. Entonces el artista se la juega en dos dimensiones: la soledad que exige la creación artística y por otro lado el sentido de esa obra, que va hacia los otros, que establece un puente. Hay un rasgo de solidaridad que caracteriza la obra artística y yo creo en ese rasgo de solidaridad, como también creo en el de la soledad.

DESPUÉS DEL PREMIO

-Además de la “salida del anonimato” a la que ha hecho referencia en los días recientes ¿En qué ha cambiado su vida luego de conocer que ganó el Premio Rómulo Gallegos?

-Ha cambiado en el sentido de que también me han hecho muchos homenajes. La noticia del premio se ha celebrado mucho en Medellín, en Colombia, ha habido un contacto continuo con las grandes personalidades de Colombia. Pero creo que el cambio más fuerte que se avecina, es de alguna manera la relación que yo voy a establecer con los grandes medios. Antes era una persona muy oculta. Eso podría afectar de alguna manera la escritura misma. Pero creo que el gran reto que hay ahora es justamente seguir con mis principios estéticos que yo he guardado, que mi obra siga el camino que yo le he procurado dar, no conciliar con las ofertas comerciales, con esa literatura de consumo con la que yo he sido muy crítico.

“He sido un escritor que ha mantenido frente a eso unos principios muy particulares y creo que eso no va a cambiar. Más que decir qué ha cambiado, creo que lo más importante es destacar qué va a permanecer”, acotó Montoya.

-¿Considera que este es un premio que valora la construcción literaria?

-A lo largo de sus diferentes versiones veo el Rómulo Gallegos como un premio que ha reconocido a figuras muy públicas, grandes escritores y grandes obras. Basta mencionar los primeros premios, por ejemplo, Mario Vargas Llosa con La casa verde, Gabriel García Márquez con Cien años de soledad, Carlos Fuentes con Terra Nostra. Pero hay otras versiones que me parece que las novelas que han sido premiadas no han sido las mejores de los escritores premiados. Entonces, creo que a nivel de la calidad literaria el premio ha tenido, como todos los premios, grandes momentos y otros donde la calidad baja un poco. Pero repito, los escritores premiados, en su gran mayoría son escritores en los que uno no vacila en decir: estos son grandes escritores.

“Pienso que el premio tiene una gran característica y es que se la juega todo por la literatura, no tiene lazos fuertes con lo comercial. Eso me parece muy importante. En el caso pasado de (Eduardo) Lalo y en el caso mío, que somos los escritores menos conocidos de toda la serie del Rómulo Gallegos, creo que no tuvo ninguna significación política, sino que se la jugó enteramente y lo he dicho varias veces, por la calidad literaria de la novela premiada”, expresó el autor.

-¿Por qué decidió presentar Tríptico de la infamia al Rómulo Gallegos?

-No la presenté. La envió la editorial. Ellos enviaron el grupo de novelas que publicaron en los últimos años y entre esas estaba la mía. Yo me enteré un tiempo después que las enviaron. Un amigo me escribió y me dijo: estás entre las novelas enviadas al Rómulo Gallegos.

-¿Dónde estaba cuando recibió la noticia del premio?

-Estaba en La Plata, en Argentina. Dos días antes había aparecido la noticia de los finalistas. Allí aparecí yo. Primera gran sorpresa. Me imagino que como todos los finalistas albergué la posibilidad de ganar el premio. Uno siempre como finalista lo dice. Dos días después, estaba en La Plata como profesor invitado, dictando un seminario de Literatura Colombiana del siglo XX, en un congreso sobre la lectura y en el San Marco Hotel me llegó la noticia.

REGRESO A COLOMBIA

Hasta el lunes 3 de agosto, Pablo Montoya estará en Venezuela, luego de recibir el Premio Rómulo Gallegos.

-¿Qué va a hacer cuando llegue nuevamente a Colombia?

-Estoy lleno de invitaciones. De fiestas del libro, de conferencias, de homenajes. Creo que de aquí hasta enero la agenda está bien apretada.

La novela Tríptico de la infamia va a tener reimpresiones que se espera estén en varios países de habla hispana.

EN PAPEL

El escritor colombiano Pablo Montoya informó que antes de que le fuera otorgado el premio culminó un libro de poemas en prosa que se llama Hombre en ruinas y es “un largo poema sobre su paseo por las ruinas romanas”.

“Son poemas que tienen que ver con mis viajes, con mis experiencias de trashumante. Es un libro muy íntimo. Está inédito. No sé cuándo lo vaya a publicar, quizás el próximo año”, señaló.

Asimismo, Montoya adelantó que próximamente espera “terminar el recorrido por la infamia y por la historia”, para dedicarse a escribir sobre música.

“Ya he escrito libros sobre música, pero creo que ya es hora de arrojarme a mi época de estudiante y de músico y darle vida a eso en una novela o en un libro de cuentos”, expresó.

T/ Sharlaine Chona
chona-s@correodelorinoco.gob.ve
F/ Jonathan Manzano