Hace 38 años murió el poeta que le cantó a la lucha de los pueblos|Pablo Neruda también escribió sobre la historia y las bellezas de Venezuela

Poeta chileno, Pablo Neruda

El poeta Pablo Neruda falleció, el 23 de septiembre de 1973, quince días después del golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, a quien apoyó hasta el final. Incluso denunció la conspiración meses el 26 de Mayo de 1973. Ese día le habló por televisión a su pueblo y al mundo sobre la determinación de la oligarquía y el imperialismo de acabar con el Gobierno de la Unidad Popular: “Tengo el deber poético, político y patriótico, de advertir a todo Chile de este peligro inminente”, declaró.

Con la misma firmeza había alzado su voz en 1947 y 1948 para defender a los mineros , a quienes el gobierno del presidente Gabriel González Videla reprimió brutalmente para aplacar sus protestas. En ese entonces era senador por el Partido Comunista (PC), una organización que González Videla y sus partidarios se proponían eliminar mediante una ley (que finalmente se aprobó). Para hacer frente a esa iniciativa, y al señalamiento que se le hacía de traidor, Neruda pronunció un discurso en el Congreso –el 6 de enero de 1948– que pasó a la historia con el nombre de “Yo Acuso”.

El poeta acusó a González Videla de ser uno más de los dictadores, como Leonidas Trujillo (República Dominicana) e Higinio Moriñigo (Paraguay), que querían suprimir todas las libertades. Y en una clara alusión a la política imperialista de Estados Unidos asoció a estos personajes con Harry Truman, el presidente de que hacía menos de 3 años había lanzado la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki

El ejemplo de Gallegos

Por su decidida actitud de defensa de los obreros perseguidos y encarcelados, la derecha acusaba a Neruda de traidor. A ello respondió en su discurso del con estas palabras:

“Y ¿qué decir de Venezuela? El dicterio de traidor que se me aplica fue aplicado con igual razón por Juan Vicente Gómez, Juan Bisonte, contra aquellos que lo combatieron. Y nuevamente nos encontramos con que el pueblo de allá acaba de ungir Presidente electo a uno de ellos, Rómulo Gallegos, amigo mío personal y que sufrió en su tiempo la persecución que ahora sufro. De estos hechos se desprende una lección: los ejemplos de Argentina, de Perú, de Venezuela, de Chile mismo indican que, tarde o temprano, la justicia se abre paso y la justicia impera”

Luz de Bolívar y Miranda

No era la primera vez que Neruda invocaba a Venezuela y a su gente como ejemplo de lucha y dignidad. Ya en 1941 había escrito su Canto a Bolívar, un poema que, publicado en 1947, “tiene particular importancia porque es la primera vez que Neruda alude a un tema americano. Es decir, el poeta se asoma a América a través de Bolívar. Es como tocar el corazón de este continente desde las raíces”, señala el poeta y ensayista Luis Navarrete.

Lo más significativo de ese gran canto, acota Navarrete, “es que allí América y Bolívar asumen una significación universal. Desde el comienzo está implícita la figura de Cristo redentor. Las palabras, con aliento litúrgico, de la estrofa inicial (“Padre nuestro que estás en la tierra”…que terminan en “tu herencia es el pan nuestro de cada día, padre”) se proyectan en un Libertador que sintetiza la lucha del pueblo español contra el oscurantismo, la lucha del mundo democrático contra la bestia parda del fascismo”.

Esa lucha, que es una gesta de todos los pueblos tiene hondas raíces en Venezuela, y Neruda se lo hace ver al mundo. Y esa convicción lo lleva a rescatar “de entre las sombras borrosas de la Europa del siglo XIX, la imagen del gran conspirador, la figura del que no pudo lograr “la libertad para su fuego errante”, del doliente prisionero de Cádiz, en un poema de impecable factura: “Miranda muere en la niebla (1816)”, advierte Navarrete, quien comenta: “En ese neblinoso poema que, además, es el único sin puntuación del Canto general –tal vez para intensificar la atmósfera de misterio y de sigilosos desplazamientos–, el poeta nos entrega el Miranda que muchos latinoamericanos no conocen todavía”.

Cautivado por la belleza

“En 1957, un barco que venía de Europa tocó en La Guayra. En él viajaba Pablo Neruda, que trató inútilmente de pisar tierra venezolana: los esbirros de la dictadura de Pérez Jiménez se lo impidieron”, comenta Luis Navarrete el frustrado intento del poeta de visitar nuestro país por primera vez. Finalmente, cuando logró su propósito, en 1959, la patria en la que había visto las raíces de la gesta libertaria de Nuestra América, se le reveló también como una deslumbrante fuente de belleza.

Neruda “se solaza en las maravillas de nuestra naturaleza y se sumerge en las profundidades de la geografía, de la historia, de la política, de la cultura y de la humanidad venezolanas”, afirma Navarrete, quien lo compara con “otros ilustres viajeros que en tiempos remotos” también exploraron esas maravillas

Palabras para nuestra tierra

El profesor Luis Navarrete explica que después, en el Canto general (1950), en Las uvas y el viento (1954), en Navegaciones y regresos (1959), en Fin de mundo (1969), en Confieso que he vivido. Memorias (1974) y en textos dispersos recogidos en Para nacer he nacido (1978) y en El fin del viaje (Obra póstuma, 1982), “Pablo Neruda dedicó poemas y textos en prosa al río Orinoco, a los héroes patrios (Miranda, Bolívar, Sucre)”.

Pero también se refirió a los dictadores (Gómez y Pérez Jiménez), y a “un demócrata extraño” (Rómulo Betancourt). También mencionó a sus más cercanos amigos (los escritores Miguel Otero Silva y Carlos Augusto León), y a un escritor que –a su juicio– merecía antes que él el Premio Nóbel (Rómulo Gallegos).

Oda a los nombres de Venezuela

Los llanos requemados

de Febrero,

ardiente es Venezuela

y el camino divide

su extensa llamarada,

la luz fecundadora

despojó el poderío

de la sombra.

Cruzo por el camino,

mientras crece

el planeta a cada lado,

desde Barquisimeto

hacia Acarigua.

Como un martillo

el sol

pega

en las ramas,

clava

clavos celestes

a la tierra,

estudia los rincones

y como un gallo encrespa

su plumaje

sobre las tejas verdes de Barinas,

sobre los párpados de Suruguapo.

Tus nombres, Venezuela,

los ritos

enterrados,

el agua, las batallas,

el sombrío

enlace de jaguar y cordilleras,

los plumajes

de las desconocidas

aves condecoradas

por la selva,

las palabras

apenas

entreabiertas

como de pluma o polen,

o los duros

nombres de lanza o piedra:

Aparurén, Guasipati, Canaima,

Casiquiare, Mavaca,

o más lejos, Maroa,

donde los ríos bajo las tinieblas

combaten como espadas,

arrastran tu existencia,

madera, espacio, sangre,

hacia la espuma férrea del Atlántico.

Nombres de Venezuela

fragantes y seguros

corriendo como el agua

sobre la tierra seca,

iluminando

el rostro

de la tierra

como el araguaney cuando levanta

su pabellón de besos amarillos.

Ocumare,

eres ojo, espuma y perla,

Tocuyo, hijo de harina,

Siquisique, resbalas

como un jabón mojado y oloroso

y, si escogiera, el Sol

nacería en el nombre de Carora,

el agua nacería en Cabudare,

la noche dormiría en Sabaneta.

En Chiriguare, en Guay, en Urucure,

en Coro, en Bucaral, en Moroturo,

en todas las regiones

de Venezuela desgranada

no recogí sino este,

este tesoro:

las semillas ardientes de esos nombres,

que sembraré en la tierra mía lejos.

(Navegaciones y regresos, 1959)

Miranda muere en la niebla (1816)

Si entráis a Europa tarde con sombrero

de copa en el jardín condecorado

por más de un Otoño junto al mármol

de la fuente mientras caen las hojas

de oro harapiento en el imperio

si la puerta recorta una figura

sobre la noche de San Petersburgo

tiemblan los cascabeles del trineo

y alguien en la soledad blanca alguien

el mismo paso la misma pregunta

si tú sales por la florida puerta

de Europa un caballero sombra traje

inteligencia signo cordón de oro

Libertad Igualdad mira su frente

entre la artillería que truena

si en las Islas la alfombra lo conoce

la que recibe océanos Pase Ud Ya lo creo

Cuántas embarcaciones Y la niebla

siguiendo paso a paso su jornada

si en las cavidades de logias librerías

hay alguien guante espada con un mapa

con la carpeta pululante llena

de poblaciones de navíos de aire

si en Trinidad hacia la costa el humo

de un combate y de otro el mar de nuevo

y otra vez la escalera de Bay Street la atmósfera

que lo recibe impenetrable

como un compacto interior de manzana

y otra vez esta mano patricia este azulado

guante guerrero en la antesala

largos caminos guerras y jardines

la derrota en sus labios otra sal

otra sal otro vinagre ardiente

si en Cádiz amarrado al muro

por la gruesa cadena su pensamiento el frío

horror de espada el tiempo el cauteverio

si bajáis subterráneos entre ratas

y la mampostería leprosa otro cerrojo

en un cajón de ahorcados el viejo rostro

en donde ha muerto ahogada una palabra

una palabra nuestro nombre la tierra

hacia donde querían ir sus pasos

la libertad para su fuego errante

la bajan con cordeles a la mojada

tierra enemiga nadie saluda hace frío

hace frío de tumba en Europa.

(Canto general, 1950)

Un democráta extraño

Betancourt se sentó en las esperanzas

de Venezuela como un fardo espeso,

este señor es cuadrado por fuera

y es opaco por dentro como un queso:

estudió mucho para Presidente

(para ser hombre nunca tuvo tiempo).

Al fin en Nueva York le dieron títulos

de especialista en leyes y gobiernos,

recomendado por Muñoz Marín

los gringos lo estudiaron un momento

y lo depositaron en Caracas,

empaquetado en sus conocimientos:

aprendió inglés para cumplir sus órdenes,

en todo fue cumplido y circunspecto:

ojos y oídos hacia Norteamérica

y para Venezuela sordo y ciego

pedía un sastre norteamericano

sus pantalones y sus pensamientos

hasta que hablando con la Voz del Amo

olvidó a Venezuela y a su pueblo.

Cuba le molestaba extrañamente,

por causa de Fidel perdía el sueño,

todas estas reformas, dar la tierra

a los que la trabajan, qué molesto!

Y dar cosas a todos los cubanos

es convertir a Cuba en un infierno!

Vender azúcar a quienes la compran

es un intolerable atrevimiento!

Y el pobre Betancourt fue convertido

en un triste Caín de nuestro tiempo.

Entonces en Caracas floreció

una sublevación de niños tiernos:

aquellos estudiantes insumisos

se atrincheraron en su descontento.

Betancourt, el guerrero envió de prisa

sus policías y sus regimientos,

sus tanques, sus aviones, sus fusiles

y ametralló a los niños indefensos,

y frente a sus escuelas enlutadas

entre los pizarrones y cuadernos

este demócrata “norteamericano”

dejó docenas de pequeños muertos.

Otra vez Venezuela ensangrentada

Herodes Betancourt guardó silencio.

(Canción de gesta, 1960)

Las aves del Caribe

En esta breve ráfaga sin hombres

a celebrar los pájaros convido,

el vencejo, veloz vela del viento,

la deslumbrante luz del tucusito,

el limpiacasa que bifurca el cielo,

para el garrapatero más sombrío

hasta que la sustancia del crepúsculo

teje el color del aguaitacaminos.

Oh aves piedras preciosas del Caribe,

quetzal, rayo nupcial del Paraíso,

pedrerías del aire en el follaje,

pájaros del relámpago amarillo

amasados con gotas de turquesa

y fuegos de desnudos cataclismos:

venid a mi pequeño canto humano,

turpial del agua, perdigón sencillo,

paraulatas de estilo milagroso,

chocorocay en tierra establecido,

mínimos saltarines de oro y aire,

tintora ultravioleta y cola de hilo,

gallo de rocas, pájaro paraguas,

compañeros, misteriosos amigos,

cómo la pluma superó a la flor?

Máscara de oro, carpintero invicto,

qué puedo hacer para cantar en medio

de Venezuela, junto a vuestros nidos,

fulgores del semáforo celeste,

martines pescadores del rocío,

si del Extremo Sur la voz opaca

tengo, y la voz de un corazón sombrío,

y no soy en la arena del Caribe

sino una piedra que llegó del frío?

Qué voy a hacer para cantar el canto

el plumaje, la luz, el poderío

de lo que vi volando sin creerlo

o escuché sin creer haberlo oído?

Porque las garzas rojas me cruzaron:

iban volando como un rojo río

y contra el resplandor venezolano

del sol azul ardiendo en el zafiro

surgió como un eclipse la hermosura:

volaron estas aves desde el rito.

Si no viste el carmín del corocoro

volar en un enjambre suspendido

cuando corta la luz como guadaña

y todo el cielo vuela sacudido

y pasan los plumajes escarlata

y dejan un relámpago encendido,

si tú no viste el aire del Caribe

manando sangre sin que fuera herido,

no sabes la belleza de este mundo,

desconoces el mundo en que has vivido.

Y por eso es que cuento y es que canto

y por todos los hombres veo y vivo:

es mi deber contar lo que no sabes

y lo que sabes cantaré contigo:

tus ojos acompañan mis palabras

y se abren mis palabras en el trigo

y vuelan con las alas del Caribe

o se pelean con tus enemigos.

Tengo tantos deberes, compañeros,

que me voy a otro tema y me despido.

(Canción de gesta, 1960)

Texto/Carlos Ortiz
Foto/Archivo

Gracias Carlos Ortiz por este maravilloso artículo y por la selección antológica. Sin que me quede nada por dentro, confieso con la mayor sinceridad que me he emocionado hasta el punto de casi llorar.

Pablo Neruda – Neftalí Eliécer Reyes Basoalto – pasó a la eternidad un día como hoy. El universo aún llora su partida y yo, en lo particular, tengo motivos para soltar al menos una lágrima. Parte de esos motivos los expreso por primera vez publicamente en un escrito, el cual invito a leer, comentar y divulgar.

http://juanpedrotorres.blogspot.com/2011/08/chile-duele.html

Uno allí dos dolores en uno solo.

Por otra parte, estoy alegre, Neruda no ha muerto. Está vivo. Vive en nuestro recuerdo y perdurará por siempre.