La cinta está en postproducción|Película venezolana El regreso participará en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara

El regreso, Foto/Cortesía Fernando Bracho

Además de Reverón, dirigida por Diego Rísquez, la producción El regreso, ópera prima de la zuliana Patricia Ortega, será el segundo largometraje venezolano que participará en la edición número 27 del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, que tendrá lugar del 2 al 10 de marzo de este año.

Mientras que la de Rísquez competirá dentro de la categoría correspondiente a largometrajes iberoamericanos de ficción, El regreso, aún en etapa de postproducción, concursará en la sección Guadalajara Construye 6, un rubro creado precisamente para apoyar a producciones iberoamericanas en fase de terminación.

“Lo interesante es que esta nominación da la opción de estar ante un mercado extranjero. Los premios de esta sección están destinados precisamente a prestar apoyo en la postproducción, el marketing y la difusión internacional de la película. Si uno gana puede tener la oportunidad de estrenar en México o en cualquier otro país de Latinoamérica. También ofrecen recursos para optar por la trasmisión de la producción en canales internacionales de televisión. Si ganamos podríamos lograr una proyección internacional de la película, que sería lo ideal”, comentó Ortega, en entrevista vía telefónica con el Correo del Orinoco.

UNA HISTORIA SOBRE LA TOLERANCIA

Según su propia autora, El regreso es una película intercultural bilingüe, hablada en wayuunaiki y castellano, en la se cuenta la historia de Shüliwala (Estrella en la lengua indígena), una niña wayúu de 10 años de edad que logra escapar de una masacre perpetrada en su pueblo por un grupo paramilitar.

Desamparada, sin conocer a nadie ni hablar castellano se ve obligada a sobrevivir en las calles de Maracaibo. En ese ambiente conoce a Bárbara, una niña alijuna (persona no indígena en wayuunaiki). En principio, como no se conocen, viven una etapa de hostilidad. Sin embargo, más adelante las vicisitudes que comparten en la calle, junto al reconocimiento mutuo, se van haciendo amigas y descubren que no son tan diferentes, a pesar de las diferencias culturales e idiomáticas.

“La primera parte de la película, hablada completamente en wayuunaiki, esta inspirada, en la Masacre de Bahía Portete, un hecho real (Colombia, 18 de abril de 2004) que eso dejó muchos desplazados que aún viven en Maracaibo. Pero el objetivo principal de la película es reflexionar sobre la xenofobia a través de la situación que viven estas dos niñas”, explicó la directora y guionista.

Ortega contó que el libreto tuvo una maduración de unos tres años: “Incluso lo discutimos en varias lecturas cruzadas en el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC) y tuve la asesoría de profesionales como Laura Antillano. También lo discutimos con el escritor Alex Fleites”.

En el rodaje, que demoró un total de nueve semanas, se realizó entre Maracaibo y los municipios zulianos de Mara, Páez, además de Cojoro, entre otras localidades con asentamientos wayúu.

Por otra parte, la postproducción comenzó en la Villa del Cine en el mes de noviembre y se espera que el producto final esté listo para mediados de 2012.

SIN DIFICULTADES

-¿Qué te inspiró esta película?

La hice porque a pesar de que se habla de interculturaliad y de que hay muchos esfuerzos por la tolerancia y la integración, aún, en la cotidianidad hay muros muy fuertes que separan a los indígenas de los no indígenas. Por eso quise hacer una película que invitara a la reflexión sobre eso. No somos tan diferentes a pesar de nuestras diferencias de diversas índoles. La amistad de estos dos chamas y todo lo que ellas viven juntas, invita a la reflexión, esa es la intención principal.

El regreso, en su mayoría, fue rodada en exteriores y, según adelantó la directora, contó con actuaciones de personas indígenas que, si bien hacen interpretaciones de sí mismos, no son actores. Incluso algunos nunca han ido ni siquiera a un cine ni hablan castellano.

No obstante, la realizadora sostiene que no tuvo absolutamente ningún problema con el equipo humano, gracias al minucioso trabajo de preproducción que le llevó más de dos meses.

“Hicimos un trabajo bien arduo, de preparación de los niños y los adultos mayores de la comunidad indígena. Hicimos un entrenamiento de actores. Leímos el guión con ellos, a la gente que no hablaba castellano trabajamos el guión como si echáramos un cuento para que entendieran lo que iba a hacer cada uno y comprendieran que era una actuación”, contó Claudia Ortega.

Una vez que el equipo entendió la metodología del rodaje comenzó la construcción de los personajes a partir de improvisaciones con base en situaciones del mismo guión.

“En esas improvisaciones las iba orientando hasta conseguir, no solo que yo quería, sino también para nutrirme de lo que ellos me daban. Porque lo bello de esas improvisaciones son las cosas espontáneas que surgen y a veces son mejores que lo que está en el guión. Entonces, cuando fuimos a rodar ya todo el mundo estaba claro con lo que iba a hacer en cada escena”.

Se espera que cuando la película este completamente lista, se realicen proyecciones para los pueblos indígenas donde se realizó, con el apoyo de la plataforma de cine del estado Zulia.

Texto/Luis Jesús González Cova
Foto/Cortesía Fernando Bracho