Desde la semana pasada se estrenó en las carteleras venezolanas el filme Visceral, una propuesta dirigida por César Manzano que aporta un aire fresco, no solo en la ya variada temática de la cinematografía venezolana, sino además a la búsqueda de estéticas y lenguajes que van más allá de lo experimental. Además, el largometraje es, en una escala reducida, un aporte al registro, desde la ficción, del impacto que tuvo la pandemia de la COVID 19.
Visceral simplifica, y al mismo tiempo potencia, la expresividad del lenguaje audiovisual con la articulación de solo tres planos secuencia, para contar una historia de suspenso psicológico en torno a una joven pareja resquebrajada, no solo por la crisis de la economía familiar golpeada mortalmente por la pandemia, sino además por la infidelidad de ella, con una relación que les abre la puerta, a ambos, a un infierno encendido por la corrupción policial y el lavado de dinero, e insuflado por una sorprendente venganza.
Con esa fórmula, el trabajo actoral cobra una importancia y una exigencia fundamental, sostenido principalmente con la banda sonora, enriquecida con la música de Luis Miguel Emmanuelli y Gonzalo Zubillaga, y especialmente por la pericia de la cámara, manejada en esta oportunidad por Manuel Díaz Casanova.
La fuerza de la actuación
De manera que en este caso, a diferencia de otras propuestas en las que una debilidad en la interpretación se puede compensar con otros elementos, las actuaciones soportan la mayor parte del peso, como columnas antisísmicas que se fundamentaron muy bien en el equipo conformado por Irene Esser, José Ramón Barreto, Vicente Peña y Fabiola Arace, todos premiados con galardones en el Festival de Cine Venezolano (Barreto con mención especial) y los tres primeros reconocidos además en el Festival ELCO (Entre Largos y Cortos de Oriente). Además interviene el propio César Manzano para completar los únicos cinco personajes de esta historia
En Visceral, Jhon, interpretado por Barreto, es un actor que, como todo ese sector, se ve profundamente afectado por la pandemia. Además, intenta lidiar con la infidelidad de Susana, encarnada por Esser, quien a duras penas logra mantener a flote la economía del hogar.
Tras una visita de Iván, interpretado por Manzano, jefe y amante de Susana, las vísceras de los protagonistas comienzan a trabajar tan aceleradamente como para influir en las pésimas decisiones que generan el quid del conflicto, agravado aún más con la aparición de Oscar, al que le da voz y cuerpo Vicente Peña, un perturbador policía, despiadado y sádico.
La historia, que no le sirve todo en bandeja a la audiencia, no carece de debilidades. No obstante, es capaz de lograr el objetivo de llevar al público al borde del asiento e incluso sorprenderlo.
La inspiración del encierro
En conversación con el Correo del Orinoco, Manzano confesó que “la experiencia de haber vivido la pandemia fuera de mi país, en medio de una crisis personal muy fuerte, fue la chispa que echó a andar la imaginación” necesaria para generar el guion que se llevó el premio correspondiente en la pasada edición del ELCO.
Desde ese proceso de escritura, el director y guionista pensó en Irene Esser y José Ramón Barreto para los personajes de Susana y Jhon, con quienes trabajó en proyectos anteriores “y siempre nos ha unido una necesidad de hacer y probar”. Vicente Peña se sumó después y, al igual que los otros dos, se incorporaron, además, como productores ejecutivos de la propuesta.
A decir de Manzano, incluyendo a Arace, cada uno como actor creó su propio espacio, su propio cine e hicieron equipo junto a él y los hermanos José y Manuel Díaz Casanova en la producción, con la intención de “generar una nueva manera de hacer cine”.
“La idea de usar el plano secuencia responde a la búsqueda de un lenguaje, como director, que se adapte a la realidad de una industria audiovisual que está renaciendo de las cenizas, por decirlo así. También una respuesta creadora al escaso interés de los capitales a apostar al negocio del cine en Venezuela. Al final no debemos hacernos dependientes de los costos, podemos crear caminos alternos que vayan ‘oxigenando el cuerpo’. En ese sentido, me parece que Visceral es una acto de rebeldía”, explicó.
Buen comienzo
Como usualmente ocurre, en su etapa de proyecto la propuesta tuvo diversos nombres antes de llegar al definitivo. Todo se definió luego de una “tormenta de ideas desesperada”, cuando ya casi todo estaba listo y el equipo se dio cuenta de que todos los personajes toman sus decisiones desde las vísceras.
Poco tiempo antes de su estreno, Visceral emprendió un trayecto festivalero que ha tenido un prometedor comienzo, marcado por su participación en la edición número 20 del festival de Cine Venezolano, que este año se realizó por primera vez en Margarita, donde el filme cosechó ocho premios incluyendo el especial del jurado, mejor cámara y mejor música.
También en la edición 12 del Festival ELCO el filme se destacó en cinco categorías, entre las que se cuenta el de mejor dirección.
Por si esto fuera poco, el largometraje de Manzano se exhibió en el Festival de Cine Independiente de Montreal, donde ganó en la categoría de mejor película independiente, en una competencia que incluyó además las obras A Lion’s Game, de Travis Demarus Brown; Patch de Bruce Belocchi (integrante del equipo de guionistas de la afamada serie Melrose Place) y Solitarium del francés Raoul Dattola.
Visceral es una realización de Infocus Producciones con la colaboración del CNAC (Centro Nacional Autónomo de Cinematografía), Ingenio Post, Cinequipos 2002 y The Roots House, distribuida en Venezuela por Mundo D Película.