Penitentes expone de manera descarnada la hipocresía de una sociedad

Penitentes, la controvertida pieza del reconocido dramaturgo venezolano Elio Palencia fue el texto seleccionado por Omar Churrión para participar en la séptima edición del Festival de Jóvenes Directores del Trasnocho Cultural, en Caracas. El montaje completará su exposición correspondiente a la fase preliminar del certamen con tres últimas funciones, los días viernes 11, sábado 12 y domingo 13 de marzo, todas desde las 6:30 de la tarde.

En su montaje debut dirigido por Costa Palamides en 2008, la obra inspirada en el bizarro caso venezolano generado por la muerte de un presbítero en extrañas circunstancias dentro de una habitación de un hotel capitalino de tercera categoría, cosechó unos seis premios, cinco de ellos otorgados por el municipio caraqueño Libertador en las categorías correspondiente a Mejor Texto, Mejor Dirección, Mejor Diseño de Iluminación (Ramón Darío Perdomo), Mejor Actor (Delbis Cardona) y Mejor Productor (Juan Carlos Azuaje y Coco Seijas), esto a parte del premio anual del Ministerio para la Cultura en las artes escénicas.

De tal manera que Churrión quiso ponerse la vara bien arriba, con un montaje a la altura, en el que supo poner su sello por medio de diversos elementos, el principal de ellos: el perturbador uso de una cuerda que, en su representación de la culpa, acerca, aleja, amarra, enfrenta, somete y, solo a veces (cuando tenemos la certeza de que no es nuestra), libera a los tres personajes involucrados en esta sórdida historia que destripa, con la elegancia que podría tener un cirujano experimentado, la hipocresía de una sociedad caracterizada por la participación de la política y la religión como “principales titiriteros de un sistema” donde incontables vidas son arrebatadas en constantes asesinatos, pero no se les da la misma de cuando el muerto es, en este caso, un cura.

El discurso de Penitentes toma como base para su desarrollo un triángulo amoroso homosexual entre un muchacho, tal vez un estudiante, un cura y un chulo y a partir de esos “puntos de fuga” traza una perspectiva descarnada de una sociedad colorizada por la violencia, la hipocresía, la manipulación de los medios de comunicación social y las relaciones de poder entre la religión y las distintas esferas políticas.

No obstante, su contundente ráfaga de argumentos y cuestionamientos, especialmente enfilados contra la iglesia y sobre algunos abordajes o maneras de asumir la homosexualidad, ofrece una suerte de derecho a réplica que no es desaprovechada, particularmente por la figura del cura que al final de cuentas defiende la condición humana, con todos sus defectos y por oscura que pueda ser, hasta finalmente convertirse, con su propia muerte y ayudado por las inquietantes circunstancias, en el elemento principal para exponer las consecuencias de la falta de honestidad de la sociedad.

Justamente ahí parece residir la fuerza de la obra: el cura argumenta, defiende al hombre que, justamente en su condición de humano, tiene debilidades, tal vez muy oscuras, pero también posee fuertes convicciones y principios. En esta ecuación se denuncia el poder destructivo de la hipocresía.

No hay quinto malo

Churrión, que encara por primera vez en este montaje el rol de director, está en sus 35 años, la edad límite para participar en este festival. Ya había intentado entrar en el certamen en tres ocasiones anteriores, siendo este el segundo intento con el mismo texto. Y si se le suma el año de la pandemia cuando se suspendió el evento, cumplió ya cinco años intentando competir.

“La obra llegó a mí por medio de un gran compañero del gremio artístico. Ya era la tercera vez que me postulaba para el Festival de Jóvenes Directores y quería algo interesante, algo que realmente me apasionará, siempre me han gustado los casos de la vida real en películas y en el teatro. Y una vez que la leí quedé enganchado y fui directo a investigar el caso real; de hecho visite el hotel donde ocurrió el crimen”, confesó Churrión al Correo del Orinoco.

El director contó además que el uso de la cuerda que se convierte en una especie de personaje más sobre el escenario resultó como una especie de filtro para seleccionar el elenco definitivo. La idea de usar este elemento le llegó por casualidad y se impuso a otras alternativas más sencillas.

“Cuando iniciamos los ensayos yo tenía la necesidad de que a los actores los uniera algo. Por un momento pensé, una cruz, el sacerdote lo podíamos ver de pronto con un rosario, al muchacho con un zarcillo que llevará una cruz y al tipo joven con una cruz tatuada, pero no, era muy sencillo y yo estoy hablando de ese fantasma que nos atormenta que es la culpa, algo que nos genera tristeza, remordimiento, lamento, angustia, impotencia, frustración. Salir o aprender a vivir con ese sentimiento no es fácil y eso quería verlo físicamente. Necesitaba que fuera difícil para los actores, que se desesperaran, que les estorbara, que no quisieran estar allí. Y en la búsqueda de cómo generar eso, de pronto sin buscar se presentó la cuerda por accidente y decidí llevarla a un ensayo y fue perfecto para mí”, relató el también actor egresado de la Escuela Superior de Artes Escénicas Juana Sujo.

Pero para los actores, según el propio director, trabajar con la cuerda no fue tan perfecto, fue un estorbo “pero era lo que yo quería”, acotó. Inclusive, muchos actores se negaron a aceptar la propuesta de trabajar con la cuerda, el único que se entregó al juego de entrada fue Jeizer Ruiz encargado de darle cuerpo alma y voz al Muchacho.

“Así que me vi en la obligación de buscar a dos actores más que se atrevieran a jugar conmigo, no fue fácil, pasó mucho tiempo”, pero finalmente se sumaron Rafael Monsalve, en el rol de El Cura y Francisco Aguana Guillén, en el papel de buscavidas. “Los tres lograron una conexión que para mí está muy bien lograda, son súper talentosos y tenían algo que fue muy importante: Confiaron en mí”, celebró Churrión.

Segunda de 8

Penitentes es la segunda de una lista de ocho obras seleccionadas para la séptima edición del Festival de Jóvenes Directores del Trasnocho Cultural, entre las que se cuentan Closer, ya dirigida por Elis Blanco; La casa de las palomas, dirigida por Patricia Castillo; Tartufo, guiada por Douglas Suniaga; El Amante a cargo de Jesús Colina; Luces de bohemia, dirigida por Ángel Pelay; Blackbird, postulada por Elisa Castillo y Pedro y el Capitán, bajo la dirección de Elmer Pinto.

La obra dirigida por Omar Churrión cuenta con la producción de Patricia Parra; la asistente de dirección de Oscar Villanueva y la música de Mario Becerra. La escenografía y el vestuario están a cargo de León Padilla. Luis Vicente González fue el encargado de hacer las coreografías mientras que la iluminación corrió por cuenta de Miosothis Pineda, la fotografía a cargo de Jhovanny Gavidia y el diseño gráfico de Rongny Sotillo.

T/ Luis Jesús González Cova
F/ Cortesía Mariana Medina