La experiencia de montar una bicicleta para andar en la ciudad es distinta para cada cuerpo sexuado. Hay una socialización diferenciada desde el momento que el discurso médico asigna el sexo a través de un ecosonograma.
A las mujeres se nos inocula la debilidad y una menor resistencia. A los niños se les permite y estimula el juego en la calle. El común de los juegos para las niñas no implica un desarrollo de sus capacidades físicas como correr, saltar, trepar. El cuerpo de las mujeres está para ser exhibido, nada importan los deseos del ser que contiene ese cuerpo.
La bicicleta, un vehículo de “tracción a sangre”, olvidada y marginada en el mundo del capitalismo-auto-móvil. Al usarla una mujer como medio de transporte la primera subversión que comete es usar su cuerpo no solo para exhibirlo y, la segunda, es desplazarse libremente por la ciudad.
La conquista de las mujeres por su derecho al espacio público es un logro que data de poco menos de dos siglos.
Aún recuerdo el tono y el gesto de desaprobación en la cara de mi madre cuando decía “es que a esta muchacha sí le gusta la calle”. No de gratis asociamos el concepto de “mujer pública” más fácilmente con el de prostituta que con el de legisladora. Por eso andar en bici me da placer, el del entendimiento de la necesidad de respeto a mi propio cuerpo.
Respetarnos en tanto cuerpo que siente y somos; sus tiempos, respiraciones, no es tan sencillo, no nos socializaron para eso y los ritmos de la ciudad, con su lógica patriarcal del más fuerte, el más veloz, con su lógica capitalista de competencia malsana, se nos impone y ni nos damos cuenta.
Este diálogo con el propio cuerpo es también diálogo con la ciudad, con el espacio público que vivencias desde otro posicionamiento, se hace dialógico. Se hace empoderamiento del camino y del destino que supone. Camino de mujer que pedalea. Decides tu camino. Conjuras la reinterpretación cotidiana de tu andar. Cada vez que llegas a un destino es un logro, supuso un desafío.
Andar en bicicleta es una erótica de la ternura con el propio cuerpo. Es el placer de transitar-te.