Por Marcelo Barros|Primero, armar… Después, bombardear (Opinión)

Así es en nombre de la seguridad. Sin embargo, parece que, cuanto más se refuerza la seguridad armada, más inseguro el mundo se hace.

Las grandes potencias producen armas y venden a quien quiera comprarlas. Después, cuando esos grupos armados van en contra de los intereses de los mismos gobiernos que los han armado, estos les hacen la guerra para eliminarlos.

Así el Gobierno de Estados Unidos creó, armó y después tuvo que destruir a diversos jefes de guerra. En las últimas décadas, Saddam Hussein fue armado por EEUU para invadir Irak pero se hizo inconveniente y fue eliminado. Osama Bin Laden fue armado contra los rusos y después se hizo él mismo blanco de la guerra. Hasta hace poco, la CIA financió armas para los rebeldes sirios. Ahora quieren eliminar el Estado Islámico que ellos mismos han provocado.

Por saber todo eso, del 24 al 31 de octubre, la ONU propone a la humanidad la “Semana del Desarme”. Según el “Termómetro de los Conflictos”, organismo coordinado por la Universidad de Heideberg, la más antigua de las alemanas, en 2012 fueron registrados en el mundo 396 conflictos, de los cuales 40 fueron “guerras limitadas” y 30 “guerras internacionales”.

Existen países en guerra y otros que viven del mercado de la guerra, el negocio más rentable después del tráfico de drogas. Los gastos con armas y guerras llegan a dos mil millones de dólares. En función de las armas se desarrolla la ciencia de la guerra. Actualmente, el Gobierno de Estados Unidos ya tiene los llamados “robots asesinos” para substituir a los marines en los campos de guerra. Teleguiados por satélite, podrán matar sin pedir permiso. China, Rusia, Israel e Inglaterra ya quieren comprar esos soldados. Lo que no cambian son las consecuencias humanas de las guerras. Según la Unicef, más de mil millones de niños viven en medio de guerras. De esos, 300 millones tienen menos de cinco años de edad.

En Europa una encuesta revela que las actuales guerras tienen como primera motivación cuestiones económicas. Pero, el segundo motivo que más aparece para justificar las guerras son las divisiones religiosas (Cf. revista Mosaico di Pace, diciembre 2013).

Las religiones deberían ser instrumentos de paz, pero estimulan odio y guerras. Mientras que eso no cambie, los creyentes dan al mundo el testimonio de un Dios violento y cruel, que no es el Dios de Jesucristo. Para construir juntos un mundo de justicia y paz es urgente que las religiones cambien su modo de ser y se hagan compañeras de la humanidad en su camino para la paz, justicia y comunión con la naturaleza.

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