Por Héctor Abache|Pueblo soberano y antiimperialista (Opinión)

Al firmarse en el siglo XVII el Tratado de Paz de Westfalia (1648), por medio del cual se le puso término a la llamada Guerra de los Treinta años (1618-1648) en Europa, la humanidad que fue testigo de dichos acuerdos, quizás pensaría que con la suscripción de ese documento llegaría el fin de todas las guerras imperiales. Sin embargo, los cruentos conflictos bélicos suscitados en lo que restó de esa época y el desarrollo de la actual han demostrado que no fue así.

En ese contexto es preciso destacar uno de los preceptos que a nuestro juicio ha sido el más importante de ese convenio:29 el respeto a la soberanía de los pueblos.

Lo citamos porque, paradójicamente, ha sido el más vulnerado. La guerra emprendida por parte del imperialismo, especialmente por el estadounidense, contra los pueblos más débiles aún no llega a su fin, y, a pesar de los grandes avances que se han dado en materia del Derecho Internacional Público, la tiranía y el despotismo siguen cobrando vidas de humanos inocentes.

La lucha “política” por el territorio, dicho en otras palabras, la geopolítica del imperialismo, es el principal motivo de su desmesurada violencia, siendo el néctar de su codicia los recursos contenidos en él, llámense petróleo, agua, metales, biodiversidad, etc. Es decir, mientras más de estos recursos posea un Estado, más enérgica será la ambición y por ende la embestida de los enemigos imperialistas sobre esa localidad.

Su apropiación se sigue dando a través del modo tradicional, o sea, por medio de la guerra, contando igualmente con el apoyo de grupos mercenarios. No obstante, esa mecánica ha variado un poco, claro está, en términos “gatopardianos”: “algo debe cambiar para que nada cambie”. Ahora se procura el saqueo de forma sistemática, la cual es impuesta por las grandes empresas transnacionales, ayudado en algunos casos por gobiernos cómplices y corruptos que usan el poder del Estado para abrazar bajo un marco jurídico todo este aparataje expoliador.

Muchas veces este robo lo logran de forma fácil y sin contratiempos, y en caso de haberlos, es decir, que algún gobierno de izquierda con posiciones firmes, soberanas, nacionalistas y antiimperialistas se niegue, basta solo con pasar a una segunda fase de esa guerra ladrona, la cual consiste en crear sensaciones de inestabilidad e ingobernabilidad a fin de deponer, tumbar, derrocar, asesinar, etc., a dicho mandatario, con lo cual se busca garantizar el curso normal de la operación emprendida.

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