Pueblo y Gobierno propinaron en béisbol otra derrota al imperio y sus marionetas

Cuando el pasado martes 5 del corriente se cantó la voz de “¡Play ball!” para marcar el comienzo del torneo de béisbol profesional en nuestro país, un ardor debe haber estremecido ese lugar donde no pega el sol a los cabecillas del imperio y a sus mandaderos internos.

En ese momento se estaba concretando otra victoria del pueblo venezolano y del Gobierno liderado por el presidente legítimo y constitucional de nuestra patria, Nicolás Maduro Moros, en contra de sus pretensiones de aislarnos, de arrebatarnos lo que, más que “el principal pasatiempo nacional”, es un modo de vida, parte fundamental de nuestra cultura, de quienes, nacidos o no en estas tierras, llevamos este deporte en la sangre, en los huesos.

Desde el mismo momento en el cual sabotearon la final de la campaña pasada, luego de la autoproclamación del monigote ungido desde Washington, como parte del asedio criminal acentuado desde entonces contra la cuna de Bolívar y Chávez, se avizoraba que por todos los medios tratarían de despojarnos de la posibilidad de disfrutar de una nueva zafra peloteril.

Nada de extraño tiene, pues el imperialismo, como fase superior del capitalismo, no solamente ataca nuestra economía, también dispara de manera despiadada contra nuestros espíritus, nuestras almas, intentando dejarnos sin moral, sin conciencia, para convertirnos en instrumentos mucho más susceptibles de su dominación.

Generar desasosiego

Quienes cínicamente afirman que las sanciones imperiales solo afectan al Gobierno, saben muy bien que impedir la llegada de alimentos, medicinas, bienes esenciales a nuestro territorio mina directamente la calidad de vida de quienes habitamos en esta tierra, cuyas inmensas riquezas la han convertido en el principal objetivo de su inagotable codicia.

Pero Venezuela tiene otro tipo de riqueza, una tal vez intangible pero férrea: la dignidad sembrada en las raíces libertarias heredadas de quienes forjaron nuestra independencia, incluyendo aquel cuyo nombre los hace temblar y temer: el Libertador Simón Bolívar.

Por ello, al verse imposibilitados de doblegarnos con el asedio económico, comercial y financiero, han añadido a su arsenal la guerra contra nuestras mentes, nuestras memorias, nuestras conciencias. Los genocidas de Washington y sus títeres internos tienen muy claro que el béisbol profesional está en nuestros torrentes, desde que su primer torneo se inaugurara en enero de 1946.

Esa es la razón por la cual suspendieron el campeonato 2002-2003, cuando a la cabeza de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional estaba un gris personaje de la Cuarta República, Ramón Guillermo Aveledo, sin más méritos en su historial que el de ser un conspicuo chulo.

Así también, vistos todos los fracasos coleccionados con el monigote ungido en Washington para intentar derrocar al legítimo y constitucional jefe de Estado de nuestro país, Nicolás Maduro Moros, dispararon contra el alma, una de cuyas expresiones es la pelota rentada, buscando desmoralizarnos

“Todo el ataque espiritual y/o psicológico va dirigido a romper la reunión de los seres humanos y el disfrute. Recordemos cuando intentaron robarnos la Navidad (en 2002). Ese año también suspendieron el béisbol. La manipulación psicológica también se orienta a generar desasosiego, ansiedad, miedo (que es la consecuencia de sentirse solo) y en general cualquier cosa que genere vínculo y disfrute, es una victoria para nosotros, porque ese vínculo y disfrute equivale a amor”, afirma al respecto el psicólogo y cantor José Garcés.

Derecho al trabajo

Va más allá del hecho deportivo la celebración de esta temporada de béisbol profesional venezolano, que trataron de evitar cuando la oficina del Comisionado de Beisbol de Grandes Ligas, siguiendo lineamientos del Departamento del Tesoro del Gobierno estadounidense como parte del bloqueo contra Venezuela prohibió a jugadores, técnicos, ejecutivos afiliados al “béisbol organizado”, pues se arrogan el derecho a considerar “organizado” solo lo que funciona bajo sus dominios -así como secuestraron el gentilicio “americano” para su uso exclusivo-, dejando por fuera despectivamente a otras excelentes ligas como la cubana, la japonesa, la taiwanesa y tantas otras. Hasta los Criollitos de Venezuela, por ejemplo, con todas sus ramas en nuestro territorio y de la cual salieron peloteros de la talla de Baudilio Díaz o el futuro Salón de la Fama Omar Vizquel, para ellos carecen de la condición de “organizados”.

En el mismo momento en que emitieron el “veto” al torneo de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional Venezolano, como una nueva expresión de su criminal bloqueo contra nuestra población, sentenciaron a centenares, miles de personas, a quedarse sin sustento, lo cual en muchísimos casos representa una verdadera tragedia.

Es decir, no solo les están intentando conculcar a las venezolanas, a los venezolanos, a todas y todos quienes habitamos esta cuna de libertadores, su derecho a la alimentación, a la salud, a la alegría, a la paz, al disfrute, sino también el derecho al trabajo.

Eso pasa incluso con aquellos peloteros que aun perteneciendo al fulano “béisbol organizado”, militan en equipos de las ligas menores, donde los sueldos son poco menos que miserables, al igual que las condiciones laborales, y dependen de nuestra pelota rentada para redondear sus ingresos al final de cada año, al no tener estatus de estrellas o de prospectos con bonos multimillonarios. Igual ocurre con los técnicos.

Ellos, lamentablemente, quedarán marginados, perjudicados por las sanciones, sin importar sus preferencias políticas.

Sin embargo, otros podrán conservar los salarios de los cuales en muchos casos dependen sus familias, especialmente en época de tanto significado espiritual como la navideña. Se trata de los integrantes de los circuitos radiales y televisivos, de quienes cumplen diversas labores en los estadios, como acomodadores, personal de seguridad, obreros de mantenimiento, vendedores de chucherías, cerveza, otro tipo de bebidas, souvenirs y muchos más.

Por las actuales circunstancias, las del criminal bloqueo que dispara también contra nuestro béisbol, también se ha propiciado la oportunidad para que una buena cantidad de muchachos, quienes antes no tenían posibilidades de mostrar sus talentos, ahora puedan hacerlo, dejando ver que también tienen condiciones para jugar a un buen nivel. Nadie debería extrañarse, entonces, de que no pocos de ellos sean beneficiados con contratos para actuar en otras ligas.

Incluso, no debería sorprendernos que algunos, irónicamente, recibieran ofertas del autodenominado “béisbol organizado”. Otros, prácticamente retirados, han visto abrirse las puertas para mostrar algunas de las virtudes atléticas que pudieran quedarles.

Hasta los mismos dueños de equipos ven protegido su negocio, gracias a los esfuerzos del Gobierno Nacional y de la resistencia del pueblo, y pueden mantener sus ingresos por concepto de venta de entradas, publicidad en los circuitos radiales y los estadios, venta de alimentos, bebidas, recuerdos de todo tipo –no olvidemos que los clubes, año tras año, cambian los modelos de sus uniformes, para que sus aficionados los compren-, sin importar sus posiciones ideológicas y que, según se ha dicho, algunos de ellos inclusive manejaron la opción, voluntariamente, de no salir para la presente campaña.

Y si echamos un vistazo un poquito más allá, vemos cómo se ha creado una liga independiente de la tradicional, que funciona de manera paralela, y genera igualmente nuevas fuentes de trabajo, lo cual evidentemente va en beneficio de nuestra población.

Todo ello ha redundado en que nuestro pueblo, consciente de las circunstancias y del gran esfuerzo que se está haciendo, haya respondido de manera entusiasta en los primeros encuentros del campeonato, sin importar la puerilidad de quienes con desprecio han afirmado que el torneo no tiene la calidad de otros años por la ausencia de los “caballos”.

Tal afirmación, vale decir, se cae por su propio peso, pues todas y todos sabemos que desde hace ya bastante tiempo las estrellas y los prospectos criollos son “protegidos” por sus verdaderos “dueños”, los de los clubes de Grandes Ligas, quienes les prohiben jugar y cuando se lo permiten, les limitan la cantidad de entradas –caso de los lanzadores- o turnos y encuentros para los jugadores de posición.

En cuanto a los jugadores “importados”, se repite lo de zafras anteriores: la mayoría proviene de ligas independientes –fuera del “béisbol organizado”- o de las caribeñas, donde no han encontrado cupo.

Prácticamente todas las nóminas son más o menos similares a las de otras campañas, de tal manera que es una falacia lo de la pérdida de calidad. En todo caso, la misma no se origina en las actuales circunstancias, por el bloqueo, sino que viene desde hace tiempo.

Con todo eso, la afición se mantiene, la pasión por los respectivos equipos persiste. En el primer choque entre los eternos rivales, Leones del Caracas-Navegantes del Magallanes, más de ocho mil enfervorizados fanáticos pagaron su entrada para verlos en el Estadio Universitario. Ello llevó en la transmisión de la televisora IVC a sentenciar al periodista Carlos Valmore Rodríguez –uno de los excelentes comentaristas de nuestro béisbol y a quien nadie puede catalogar de chavista-, que “el sentimiento del pueblo venezolano por el béisbol no es sancionable”. Ese día, y al siguiente y todos los días, en las calles podían y pueden verse personas pregonando su amor por sus respectivos equipos, vistiendo sus indumentarias, y dándole totalmente la razón.

Además, el béisbol ha vuelto a unirnos sin importar razas, religiones, clases sociales, posiciones ideológicas y podemos palpar de nuevo hermosas imágenes repletas de ternura, de parejas de magallaneras y caraquistas abrazadas en el estadio o chavistas y opositores hermanados, compartiendo su afición por una misma divisa.

Pueblo y Gobierno

El bloqueo, como lo hemos venido sosteniendo, también ataca lo deportivo: son numerosas las delegaciones de atletas venezolanos a las que se les ha impedido u obstaculizado la participación en competencias. Se les colocan trabas de todo tipo. Se viola la Carta Olímpica al negarles las visas. Deben duplicarse los esfuerzos –con el consiguiente incremento de los costos- y multiplicarse la creatividad, para hacer llegar los recursos a quienes entrenan en el exterior.

Tampoco permiten la realización de eventos internacionales en nuestro suelo: trasladaron a Panamá la Serie del Caribe de este año, que le correspondía a Venezuela, y nos quitaron la sede de los Juegos Bolivarianos de 2021, pautados para el estado Miranda, entre otros.

Sin embargo, el pueblo y el Gobierno no se han amilanado. Por intermedio del ministro del Poder Popular para la Juventud y el Deporte, Pedro Infante, el Ejecutivo, para garantizar la realización de este torneo del béisbol rentado, aportó la nada despreciable suma de diez millones de dólares, los cuales es de esperarse sean sujetos a rendición de cuentas.

Es una lección más –de las innumerables que han recibido el imperialismo y sus marionetas internas- sobre el carácter intraficable, la voluntad a prueba de sanciones, asedios criminales, amenazas, de un pueblo y un Gobierno unidos bajo el firme principio de la defensa de la patria, de su soberanía e independencia.

Y es la reafirmación, aferrándonos a la manga del comandante Argimiro Gabaldón, de que “somos la vida y la alegría, en permanente lucha contra la tristeza y la muerte”. Pues bien, la vida y la alegría se han apuntado otra victoria sobre la tristeza y la muerte.

T/ Jimmy López Morillo
I/ Iván Lira
F/ Archivo CO