Todos sabemos que estamos viviendo una profunda crisis económica que en buena parte tiene su origen en un foco desestabilizador, pero también en acciones y decisiones que no garantizaron o hicieron sostenible muchos proyectos económicos productivos. El mismo presidente Hugo Chávez y ahora el presidente Nicolás Maduro denunciaron algunos casos puntuales. Otros, conocidos o que eran vox populi, no fueron atendidos.
Oscar Schemel acaba de informar que existe un crecimiento del número de venezolanos que no puede acceder a ciertos productos de la cesta básica, lo cual es verdad. El sistema de abastecimiento del Estado no cubre las expectativas para satisfacer la demanda y nos ha tocado ver los graves problemas que existen en la red de Abastos Bicentenarios.
Los comerciantes asumen cada vez un perfil más delictivo. Veamos, en diciembre, en la carnicería donde compraba la carne, tenía un precio de 160 bolívares por kilo. Hace unas semanas, la vendían en 980 Bs. Recibieron una visita del Sundecop que les obligó a vender la carne a precio regular o más barata. Me enteré al día siguiente, cuando fui al abasto y el comerciante se quejaba y decía que no iba a vender más carne, porque el proveedor se la ponía en 480, lo cual significa un margen de ganancia por más del 100%. Resulta que sí siguió vendiendo carne y que le importó poco la inspección de un día, ya el kilo de carne lo vende a 1.200 bolívares. Desde diciembre hasta hoy, el precio de este importante artículo de nuestra cesta básica tuvo un incremento de 750%. Schemel tiene razón, ya no se puede comprar carne.
Y también tiene razón cuando dice que la mejor arma que tiene la guerra psico-económica es la incertidumbre. Ahí la falencia es muy grande de parte nuestra.
El Gobierno debe decir lo que está haciendo, semana tras semana se espera que se anuncien medidas, pero todas han quedado en un horizonte futuro, que genera incertidumbre en la población y empieza a pasar factura política. Hay que decir y hacer, las medidas no pueden ser acciones efímeras, sino estructurales y se debe informar de manera clara al pueblo, porque lo peor que nos puede pasar es que nos afecten el ánimo y la moral.