Columna En tinta negra|Quinceaños (Opinión)

El 23 de enero de 1958 fue derrocado Marcos Pérez Jiménez. El hombre quería quedarse en el poder mediante amañado plebiscito pero ni los empresarios, ni los obreros, ni los militares, nadie quería que continuara su gobierno.

Cuentan que hubo alboroto de generales y huelga general.

Los militares apoyaron la huelga así que a Pérez Jiménez se fue al cielo montado en su “Vaca” con destino diferente a Venezuela.

Nombraron entonces un gabinete provisional con mayoría civil, llamaron a elecciones y comenzó el periodo “democrático”. Democrático porque había elecciones cada cinco años cuyos resultados por aquello del Pacto de Punto Fijo se repartían descaradamente entre los blancos y los verdes.

Dicen que después de las dictaduras algunas cosas cambian para seguir igual y otras para peor.

Todavía no entiendo por qué fueron encarcelados, perseguidos, torturados, desaparecidos y muertos aquellos que siguieron luchando por los derechos del pueblo al que mandaron a comer en la parte de atrás.

Todavía no entiendo por qué los fachos racistas, clasistas y sexistas actuaron con tanta comodidad durante el periodo cuartorrepublicano guanabanónico.

Todavía no entiendo por qué a pesar de la masificación de la educación, seguía prohibida, ahora veladamente, la promoción de las conciencias comunista y socialista. Seguían desaparecidos los aportes y el rol sociohistórico de los aborígenes, africanos y afrodescendientes en la historiografía oficial, la de los gobiernos democráticos. Además no pintaba un negro porque seguíamos invisibilizados incluso en las páginas para imaginar.

Por favor, no celebremos 56 años de democracia. No nos metan en ese saco. Déjenlo en en 40 de democracia y 15 de revolución. ¿Les parece?

Aunque la lucha continúa porque a algunos sectores le enerva que enarbolemos las banderas del rey Miguel y su Giomar; que hablemos con las voces de José Leonardo Chirino y Juana La Avanzadora; que discutamos la inclusión de lo afro en los diseños curriculares educativos, en los programas televisivos y en cuanto bembé se arme en este país; que se gaste dinero en el rescate de espacios como el Centro Cultural Alameda, activación de metrocables y construcción viviendas; vamos pa’lante sabiendo que la revolución implica el cambio de conciencias y la superación de la enajenación a la que habíamos estado sometidos en el periodo “democrático”.

Hay resistencias pero el camino lo estamos andando.

T/ Beatriz Aiffil
baiffil@gmail.com