Ricardo Ochoa: Bandera Roja nunca se propuso asesinar al comandante Chávez|La rebelión del 4-F se adelantó al golpe de Estado que fraguaba la derecha

Foto/Miguel Romero

Ricardo Ochoa era primer comandante del Frente Américo Silva (FAS) y responsable del aparato militar de Bandera Roja (BR) en 1992. Cuenta que el 4 de febrero de 1992 fue una fecha determinada por una carrera contra el tiempo entre dos bloques antagónicos que pugnaban en el seno de las Fuerzas Armadas (FFAA, hoy Fuerza Armada Nacional Bolivariana).

“En las Fuerzas Armadas había dos bloques: uno, reaccionario, que buscaba un golpe de Estado; y un grupo progresista que quería insurgir contra el orden establecido. Esos bloques estaban enfrentados, y nosotros (BR) buscamos una vinculación con el sector de izquierda. En un primero momento, la intención era saber y entender qué era lo que estaba ocurriendo”, contó Ochoa, actual coordinador del colectivo Cantaura Vive.

Desde 1970, la organización marxista leninista de la que Ochoa fue uno de sus fundadores, adelantaba una estrategia de guerra prolongada; “pero después de El Caracazo (febrero de 1989) cambió el panorama político. Se vio que el pueblo estaba dispuesto a salir en masa a la calle a luchar, y que ya los partidos de Puntofijismo no tenían ninguna credibilidad. Por eso cambiamos a la estrategia insurreccional”.

Una insurrección popular, sin embargo, no era viable sólo mediante la organización y la agitación de las fuerzas sociales, de modo que Bandera Roja se planteó estrechar sus vínculos con los militares progresistas

“Como políticos debíamos considerar la situación dentro de las Fuerzas Armadas, porque el escenario político se había modificado y había sectores en su interior que querían un cambio”, relató Ochoa. Incluso, “un enlace informó que había un grupo que quería armar un movimiento revolucionario”.

Cuando los contactos de BR con los oficiales revolucionarios eran lo bastante sólidos, y la posibilidad de un alzamiento se hizo viable, Ochoa estaba en algún lugar de oriente. Se hallaba “en el monte” -de donde no había salido en años- y lo llamaron “para asumir la dirección militar en Caracas. Me traje a algunos combatientes, que se sumaron a los combatientes urbanos dispuestos para actuar. Me tocó a mí esa tarea porque Carlos Hermoso y Gabriel Puerta (miembros del secretariado político) actuaban en la legalidad y eran muy conocidos”.

Eso fue en 1991, cuando ya era inminente que la alianza entre el MBR-200 y organizaciones como el Partido de la Revolución venezolana (PRV), Causa R, Bandera Roja y sectores del Partido Comunista de Venezuela daría el paso para iniciar una rebelión cívico-militar.

EL CARACAZO, EL COMIENZO

Ricardo Ochoa explicó que las Fuerzas Armadas “eran el único sostén que le quedaba al gobierno de Carlos Andrés Pérez (CAP), porque el sistema bipartidista estaba muy debilitado institucionalmente. Es decir, el sistema se sostenía únicamente por la fuerza”. Sin embargo, ese pilar se hizo endeble, señaló el exguerrillero.

“Las Fuerzas Armadas se desprestigiaron a raíz de El Caracazo”. La forma como salieron a reprimir y masacrar a la gente entre el 27 de febrero y la primera semana de marzo de 1989 “les hizo perder el respeto del pueblo, y quedaron tan desacreditadas como los partidos del Puntofijismo”, Acción Democrática y Copei.

En ese contexto, “los oficiales progresistas se distanciaron más abiertamente de la política del partidismo y empezaron a buscar un cambio en la concepción de las Fuerzas Armadas, que no se iba a dar sin un cambio político”. Ochoa comentó que esa situación puso en evidencia “un debilitamiento del sector militar que anunciaba el desplome del sistema; por eso decidimos arreciar el trabajo de organización y movilización con el pueblo”.

La agudización de las tensiones entre los jóvenes oficiales progresistas y los altos mandos de derecha, que estaban fraguando un golpe de Estado para controlar el poder, aceleró las cosas: “La derecha trataba de ganar tiempo para contener a los progresistas; trataba de dispersarlos. Estaba consciente de que no tenía control sobre ellos. Y por eso no dio el golpe de Estado, porque si lo hacía, los progresistas iban a interferir”, y eso llevaría a un enfrentamiento.

El pulso entre ambos factores demoró a los generales conservadores, pero animó a los cuadros medios, que estaban decididos aun cuando no habían logrado asegurar las condiciones para un alzamiento. Entre noviembre y diciembre de 1991 se dio la señal de alerta varias veces, sin que llegaran a concretarse las acciones. “Si se pospuso fue quizá porque otras fuerzas no se habían sumado plenamente. De hecho, sólo el Ejército salió el 4-F, mientras que el 27 de noviembre salieron fundamentalmente la naval y la aviación. El propio 4-F hubo unidades que estaban comprometidas y no salieron”.

EL FRENTE CIVIL

Ricardo Ochoa confirmó que el frente civil que participó en la planificación del alzamiento del 4-F y en la organización de las bases populares que lo apoyarían estaba constituido, fundamentalmente, por el PRV, la Causa R, BR y sectores del PCV. Y aseguró que desde el comienzo la estrategia se basó en la consolidación de una alianza plural: “Los oficiales siempre plantearon la articulación cívico-militar”.

El otrora comandante del Frente Américo Silva ratificó que el 4-F se intentó activar una rebelión cívico-militar. “Los civiles estuvimos hasta el final, y si no entramos todos en acción esa madrugada fue porque no recibimos las armas para combatir”, aseveró.

Esa confluencia entre ambos sectores fue resultado de años de contactos, encuentros y discusiones, rememoró Ochoa: “En ellos privaba más la visión del golpe seco, y entre nosotros, la visión de la insurrección popular. Y sobre eso se iba debatiendo”. Finalmente, las posiciones se decantaron hacia una acción conjunta en la que “a los oficiales les tocaría la acción militar directa contra el poder, en la que tendrían un papel fundamental; nosotros los apoyaríamos en la calle con nuestro aparato militar”.

Ochoa explicó que, efectivamente, Bandera Roja “estaba muy vinculada al movimiento. Porque teníamos un aparato militar y una estructura clandestina. Éramos los únicos que realmente teníamos ese aparato. Ellos nos buscaron y nosotros a ellos; los contactos se hacían en ambas direcciones”.

Lo mismo ocurría entre los rebeldes y los otros partidos de izquierda, pues siempre procuraron estrechar vínculos con las fuerzas civiles. “Era lógico que fuera así, porque los partidos tenían una organización y una relación con los sectores populares”, comentó.

En el caso de BR, su red clandestina facilitó muchos contactos y reuniones. El propio Ochoa prestó su casa y la de algunos allegados para ciertos encuentros, “porque como nadie me conocía, podía moverme con mayor libertad sin despertar sospechas. Yo estaba a cargo, más que todo, de la planificación; esto, con los compañeros del MBR-200”.

Diosdado Cabello, Antonio Rojas Suárez y Ronald Blanco La Cruz eran los principales contactos a los que les facilitaron infraestructura y enlaces. Algo que a Ochoa le resultaba relativamente fácil: “era casi el único cuadro de Bandera Roja involucrado que no era conocido, porque era clandestino”.

En noviembre de 1991, según precisó Ochoa, BR tenía listos para actuar cerca de 600 activistas divididos en 3 batallones. “Había tanto (militantes) legales como ilegales. Los legales, además, organizaron gente en los sectores obreros, en sindicatos, entre los estudiantes. Los militares incluso nos dieron uniformes y brazaletes”.

Uno de los batallones de civiles estaba dispuesto en el sector Valle- Coche, para apoyar las acciones de los rebeldes en Fuerte Tiuna. Otro estaba desplegado en el eje 23 de Enero-Catia-Lídice; y el tercero, en Petare.

Una de las misiones que debía cumplir esta fuerza era la de reforzar el ataque contra la sede de la Guardia Nacional en El Paraíso, que debía ser tomada. También debían controlar el viaducto de la autopista de Guarenas que comunica a oriente con Caracas, “porque allá no había mucho respaldo en las guarniciones; eran más bien las del centro y las de occidente las que estaban sumadas a la insurrección. Teníamos más fuerza en Maracay y en zonas de Falcón y en Zulia”, rememoró el combatiente.

A pesar de eso, el Frente Américo Silva tenía grupos de campesinas y campesinos prevenidos en el estado Sucre, quienes aportaron información sobre los movimientos en la zona.

Sobre la actuación de otros partidos, Ochoa comentó que “la Causa R se empezó a mostrar más bien conciliadora, no querían arremeter así contra el Gobierno. Finalmente declinó. La gente de Douglas Bravo se mantuvo hasta el final, aunque más que todo como dirigentes, de manera individual”.

Texto/Carlos Ortiz
Foto/Miguel Romero