Gusta del trabajo comprometido en las tablas en todos los aspectos|Rubén Darío Gil: El teatro no escapa de la crisis económica e ideológica

Ruben Darío Gil es sicólogo y, gracias a su profesión, se ha manejado en el mundo del teatro como actor, docente, director y dramaturgo. Con más de 25 años de experiencia en las tablas ha sido fundador de varios grupos de Teatro en Maracay y Caracas. Es director del Centro de Directores para el Nuevo Teatro de la Fundación Rajatabla; y miembro fundador del sistema de Teatro Nacional Juvenil.

Actualmente participa en el Microteatro Venezuela en el CCCT de Caracas con la pieza «La última función», escrita y dirigida por él mismo. La temporada se prolongó hasta el trece de este mes de miércoles a domingos desde las siete de la noche y 28 propuestas en las funciones para adultos

Esta obra de 15 minutos se centra en la madrugada del 16 de dieciembre de 1999, durante la lamentable tragedia de Vargas. Gira sobre tres artistas que sufren un accidente esa noche y nunca llegan al show que iban a ofrecer. Tres formas de ver el país se resumen en estos tres personajes: el progobierno, el antichavista y el que no se quiere parcializar con ningún bando político, sino quiere «vivir en paz».

MÁXIMO CUIDADO

Gil, meticuloso como siempre en todas sus obras, cuida desde el detalle estético de la escenografía, pasando la música y las luce, mientras exige el máximo de sus actores en esta oportunidad: Amanada Canelón, Rosaura Blanco, Pablo Granadino y Denebola Drag, convincentes en todo momento. Una obra intensa pero que llegará al espectador ávido de un teatro no comercial. El director y autor Gil conversó con el Correo del Orinoco sobre varios tópicos del mundo de las tablas:

-¿Considera que existe una generación de relevo en todas las áreas del teatro?

-Espero que en algún rincón perdido de la creatividad venezolana, algunos jóvenes estén rompiendo con todo lo establecido y crean un nuevo lenguaje. El teatro está en crisis porque forma parte de la sociedad, el teatro no escapa de la crisis económica e ideológica. Con la muerte de las compañías de teatro o del director como amo y señor del discurso estético, surgió un teatro fatuo y vacío donde la farándula nacional es su agonía, asaltó las tablas exponiendo sus incapacidades para construir historias interesantes y personajes relevantes.. Me consta que hay gente seria creciendo en el teatro, lejos de los circos pantalleros de la cartelera nacional…

-¿Qué exige más como director: las obras cortas o las normales?

-El director es director por su poética visual y por su responsabilidad como un sagaz comunicador frente al público… Un buen director hace de un cortometraje de 3 minutos, una pieza inolvidable; así que el largo de la obra no cuenta: una obra corta debe ser un bocado de alta calidad, la mejor parte de un pastel creativo. Ahora tenemos una serie de directores express que no tienen ni un sello personal e ignoran todo lo referente a la poética del espacio.

-¿Cuáles temas le gustaría escribir y dirigir pronto?

-Estoy detrás de las historias urbanas, más del 80% de los venezolanos viven el ciudades y el mayor porcentaje vive en el centro del país entre Caracas, Maracay y Valencia. Hay cierto culto por las historias campiranas, como una rememoración de una Venezuela rural que agoniza y agoniza por más de 50 años. Me gustan historias que ocurren en el complejo mundo de los edificios, de la gente que vive entre el tráfico y el cansancio, entre las calles apiñadas y la deshumanización. Dentro de esas luces que salen de cada apartamento hay historias de encuentros y desencuentros, de soledades y abandonos, de tristezas y muchas esperanzas. Sin embargo, como director, tengo ganas de volver a montar espectáculos hechos y derechos, no quiero morirme sin antes montar un «Hamlet» de Shakespeare bien montado, bien clásico. También quiero dirigir musicales, adoro los musicales, quiero hacer un musical criollo con arpas cuatros y maracas.

QUE MUEVA AL PÚBLICO

-¿Qué es lo más difícil a la hora de dirigir?

-Escoger una obra que mueva al público, que tenga un sentido ir al teatro, que deje algo a los espectadores. Luego saber que estamos haciendo un espectáculo con todas las leyes y reglas de un espectáculo. Es decir, el teatro es un hecho mágico y fascinante o no es teatro. No ver el teatro como una experiencia visual es un error de un director. Por otro lado, quienes cuentan la historia son los actores, los directores debemos ser muy rigurosos a la hora de seleccionar el elenco. Todos, absolutamente todos terminamos en el vil amiguismo, dando grandes responsabilidades a actores que no están a la altura del personaje y al final no gana ni la obra, ni el actor ni mucho menos, el público. El director también debe ser un artista plástico, un loco, un innovador, no hay que tenerle miedo a jugar con nuevos y confusos lenguajes… La única manera de tener un sello personal es destruir lo creado para construir un mundo estético parecido a uno.

-¿A veces no le incomoda ser el director de sus propios textos?

-Mis textos son cimarrones y andan por allí, siendo montados en el más extraño arrabal del mundo artístico. En este momento me montan en Madrid, Rio de Janeiro e incluso en Holanda, que yo sepa… Me gusta que mis textos más básicos se hayan escapado de mi… se lo merecían. Mis textos son mis hijos, no los puedo abandonar cuando nacen, me gusta verlos por primera vez caminar y si salen torcidos o chuecos, que por lo general pasa… Me gusta apoyarlos y enseñarles la vida. Realmente escribo pensando como van a ser dirigidos, mis textos son mis pesadillas, nunca son sueños agradables, ya que el teatro no puede ser sueños agradables porque el teatro es conflicto, es un mundo que intenta ordenarse en su caos. Un teatro simple y básico es pedagogía y no teatro. La vida real generalmente desconcierta. Eso sí, adoro dirigir mis propios textos, que es lo más parecido a la masturbación.

“TIENE LA MAGIA DE LO EFÍMERO Y DE LO ETERNO”

-En fin, ¿qué es para usted el teatro?

-El teatro tiene la magia de lo efímero y de lo eterno, es un arte que no agoniza ni terminará en los pasillos de un museo sin ninguna utilidad. El teatro es una daga muy punzante que sirve para cambiar la sociedad o exponer sus debilidades. Yo no tengo problemas de poner al público incómodo, porque no hago teatro para complacer a nadie. Incluso, puedo decir, que adoro la cara de desconcierto del público cuando se enfrenta a mis historias. Tengo 30 años en el escenario, sé lo que debo hacer. y no me da la gana prostituirme en mi arte, no me da la gana complacer al publico, no me da la gana ser fácil y delicado… Soy una piedra en el zapato y estoy feliz.

T/ Eduardo Chapellín
F/ Cortesía