Guerras del pueblo de Néstor Rivero|Sabuesos humanistas (Opinión)

La palabra “policía” tiene un origen luminoso: cuando los grupos humanos sedentarizados comenzaron a deliberar en la antigua Atenas acerca de la indispensable concordancia de inclinaciones, criterios y soluciones que cada particular estimaba frente a las dificultades comunes de la ciudad, la polis, se descubrió que el grupo requería de personas que atendiesen ese ámbito de la vida que cada cual destina a la vida de comunidad.

Se trata de aquella parte de cotidianidad que sólo funciona con regularidad si se le concibe y atiende como función de lo público y con participación, directa o delegada de todos los integrantes de la polis, y que se expresa en el abastecimiento diario de alimentos, vialidad, acueducto, otros servicios, la conducción de asambleas en el Ágora y todo tipo de emergencia, así como la seguridad y y tranquilidad de los ciudadanos, y otros.

Con el tiempo, al policía se le especializó en seguridad al orden público que imponían los sectores hegemónicos de la sociedad, mediante el monopolio institucional de la violencia de Estado, frente al acto antisocial con la legitimidad en el uso de armas y la calificación inicial de otros para su privación de libertad.

Y todo viene a cuento a partir del valiente y razonado discurso del presidente Nicolás Maduro, quien acaba de anunciar al país la creación de una comisión para transformar los cuerpos policiales. “Una revolución policial hace falta en Venezuela” sostuvo el presidente Maduro (Correo del Orinoco, martes 28/10/2014; Pág 2).

Ciertamente, en tiempos de cambio revolucionario de la sociedad venezolana, los cuales se ciñen al ideario humanista, al proceder justiciero y generoso del policía, significa contrasentido permitir la pervivencia de vicios dentro de los organismos que harían recordar el tristemente célebre “Grupo Gato” y gang de la muerte.

Apláudase este audaz anuncio del Presidente, quien igualmente informó de la nueva “Misión Guardianes” de seguridad social para el policía y la creación de academias de formación para Protección Civil, Policía Nacional y el Cicpc.

A lo interior de este este último cuerpo se han denunciado actuaciones que la retrotraerían a épocas de la antigua “PTJ”, que obviaba el procedimiento técnico y científico para avanzar en la investigación, incurriendo en el más expedito del bate, puños o tiro de gracia. De allí lo crucial de la ética y la formación permanente para contener cualquier desviación.

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