Desde el alzamiento del coronel Hugo Trejo combatieron por la revolución |El sector militar nunca fue ajeno a las luchas populares

A propósito de los 20 años de la insurrección del 27 de noviembre de 1992, el economista Rómulo Henríquez enfatizó que “la presencia militar siempre acompañó las luchas populares por lograr una verdadera democracia en el país”. En ese sentido, afirmó que “el 27N debe ser visto no solamente como la continuación inmediata del 4F, sino como la continuación a largo plazo de décadas de esfuerzos de distintos sectores que se unieron para tratar de lograr la revolución en Venezuela”.

Henríquez citó el ejemplo del coronel Hugo Trejo, que se sublevó contra el dictador Marcos Pérez Jiménez el 1° de enero de 1958. “Después, cuando decidimos enfrentar con las armas al puntofijismo, muchos militares nos acompañaron en la lucha, con compromiso y entrega. Lucharon con valor, y muchos fueron asesinados y desaparecidos. Eso nunca lo debemos olvidar”, agregó.

Militante de la juventud clandestina de AD que actuó contra Pérez Jiménez, y en los años 60 militante del MIR y guerrillero, Henríquez advirtió que se debe rescatar para la memoria colectiva la tendencia histórica de los uniformados venezolanos a tomar las armas en favor del pueblo y contra las oligarquías: “A la gente siempre le pareció algo extraordinario que los militares se rebelaran no para tomar el poder sino para tumbar dictaduras y defender al pueblo frente a los poderes económicos, pero en Venezuela eso era algo arraigado en las fuerzas armadas”.

“Hay que recordar que fueron muchos los movimientos y las insurrecciones en las que tuvieron principal protagonismo los cuadros militares, sobre todo durante el periodo de Rómulo Betancourt”, insistió.

FUEGO INEXTINGUIBLE

La represión y la persecución golpearon a los sectores progresistas dentro de los cuarteles. Oficiales que tomaron parte de alzamientos como el Barcelonazo, el Carupanazo, el Porteñazo, fueron desterrados y proscritos. Además, el Departamento de Estado de Estados Unidos arreció su trabajo de penetración en el seno de la institución castrense, recordó el historiador Manuel Carrero.

Hoy, por boca del propio presidente Hugo Chávez, se sabe que el fuego no se extinguió. Por el contrario, esas fuerzas se fueron reagrupando hasta darle cuerpo a un movimiento organizado. Carrero sostuvo que ese proceso se explica “en parte, en los orígenes primigenios y medulares, del ejército venezolano, que se remontan a los tiempos de la colonia, cuando se formaban milicias de pardos”.

“La épica de un ejército que se arrulló con las canciones de la Independencia y que se fue a recoger glorias por las tierras de Suramérica como no lo ha hecho ningún ejército en doscientos años, dejó un hilo espiritual que seguramente se perdió durante buena parte del siglo XIX y del XX”, acotó.

Pero a mediados de la década de los 70 del siglo pasado, “los estudios de la Academia Militar de Venezuela fueron reformados y se les nutrió con la historia fundacional de Venezuela. Ahora lo que en la escuela se les había vuelto un cuento fastidioso, se les convirtió en una fuente de inspiración, de fuerza moral frente a la repugnante corruptela de las clases dirigentes. Así, los muchachos que vieron en la carrera militar una posibilidad de ascenso social, “encontraron en ella una escuela de formación de consciencia social. Seguramente comentaron sus inquietudes unos con otros, en reencuentros con la familia, en las misiones que cumplían. Y lentamente fue germinando ese espíritu en diversas promociones, hasta que cuajó en ideas y planes, que coincidieron con la crisis del sistema bipartidista y los acuerdos del puntofijismo”.

ESPÍRITU POPULAR

El espíritu rebelde y la hermandad que se forjó en la conspiración de los nuevos oficiales, no derivó hacia la derecha, su visión no era la de imponer una dictadura militar. Esto se debió, señaló Manuel Carrero al origen popular de aquellos jóvenes: “A diferencia de lo que ocurría en la mayoría de los ejércitos de Lationaomérica -que son castas, instituciones muy cerradas, inclusive racistas, controladas por heredades- en el nuestro, un hijo de campesinos o un muchacho de barrio tenían la posibilidad de ascender como oficiales”.

En eso coincide Rómulo Henríquez: “El pueblo pobre, los hijos de campesinos, de obreros, de familia de la clase media empobrecida que vivía en barrios, entraron a la Academia Militar para poder estudiar y obtener algún título, buscando ascender socialmente, pero venían ya con la estaca clavada de con lo que habían vivido en sus pueblos, lo que sufrían su familia y sus amigos en el campo o en las barriadas”.

Al entrar a las aulas “donde pueden leer y estudiar y tienen acceso a cierta literatura, a textos de historia”, los aspirantes a oficiales “comienzan a comparar lo que ellos pensaban que debía ser el deber de una fuerza armada nacional y popular con la actuación de los gobiernos”, agregó Henríquez, quien recalcó que “en ese contraste destacaban, sobre todo, un par de elementos muy fuertes. Uno es la corrupción, que a la gente que viene de vivir la pobreza la golpea más que a otros en el alma”.

“El otro elemento -continuó el economista- es la prepotencia y la soberbia. El maltrato, el desprecio a los que eran sometidos los oficiales era muy duro. Además, aquí para ascender había que que tener la aprobación de AD y Copei. Esos partidos tenían en el congreso diputados que eran responsables de eso. El de Copei era paisano mío, por cierto, yo lo conozco, pero no digo el nombre”.

“Lo peor es que ellos creían que lo estaban haciendo muy bien, porque creían que estaban defendiendo ‘la democracia’ dentro de la fuerza armad. Pero lo que estaban era llenando de rabia a los militares, a los que les pedían sumisión y les querían imponer su visión. Y no había tal sumisión sino que la aparentaban. La realidad era que estaban indignados. De ahí no podía salir sino una decidida reacción contra esos atropellos, que eran atropellos que también sufría el pueblo, del que ellos formaban parte”.

A este análisis, el sociólogo Ramón Losada Aldana, agregó que “no debe subestimarse la circunstancia la influencia que tuvo en esa actitud la inclusión de las disciplinas humanísticas en los planes de estudios militares, especialmente desde 1958. Además, no debe olvidarse la condición militar de Bolívar y Miranda y, más cerca a nuestra época, de Medina Angarita, Lázaro Cárdenas, Velásquez Alvarado, Torrijos, que marcan una línea histórica de vínculos entre la fuerza armada y los sectores populares revolucionarios”.

Esos vínculos, señaló Losda Aldana, fueron cruciales: “Recuérdense las relaciones familiares y las amistades extramilitares de los integrantes de esa fuerza, algo que se hace patente en la influencia notable del profesor Adán Chávez sobre su hermano Hugo, que a su vez hizo relaciones con fuerzas civiles revolucionarias. Eso nos da una idea del proceso que se venía gestando”.

T/ Carlos Ortiz
F/ Archivo