La guerra económica, desabastecimiento programado con fines políticos, es un hecho, como lo demostró eficientemente un trabajo presentado en La Hojilla (VTV) el pasado sábado, originalmente difundido en Cayendo y corriendo del mismo canal.
No consigues café, ni leche, ni azúcar, en un supermercado, pero nunca te falta café, con leche y con azúcar, en una panadería.
No consigues harina para arepas de Lorenzo Mendoza, pero nunca te falta dicha harina de maíz en la arepera, tampoco te falta tu plato de pollo en una pollera, o el corte de carne que tú quieras en el restaurante (ni hablar de la carne en el llano)
¿Por qué en esos lugares sí están los productos, y en tu supermercado no? La guerra económica no solo busca crear en ti la idea de que los controles son los responsables de tu crisis: “es preferible pagar lo que haya que pagar (el precio abusivo que te impone el improductivo sector privado, sin criterio alguno) que andar caminando para conseguir algo”.
La guerra económica también busca el descontento que necesita quien representa al sector privado para acceder al poder político (donde se toman las decisiones económicas, que en un país petrolero como Venezuela, significa tener todo el dinero del país, y no una parte)
Solo un detalle, para no caer en desinformación: el yogurt se hace con leche vencida, retirada de los anaqueles y reciclada para yogurt. No debe ponerse como ejemplo a Lácteos Los Andes, empresa abandonada por sus dueños privados, y que el Estado ha recuperado con gran esfuerzo (los productos presentados en el trabajo de VTV se consiguen sin problemas).
También se consigue Migurt, yogurt de Empresas Polar, pero es un hecho, como lo han demostrado sus propios trabajadores, que dicha empresa sí está involucrada en esta rebelión del impopular capitalismo contra el socialismo, que conocemos como “guerra económica”.