Columna La ventana de papel|Una Cumbre inusual y extraordinaria (Opinión)

Hoy se escribe un nuevo capítulo en la historia de las relaciones entre la “primera, la única y la última superpotencia mundial”: Estados Unidos y América Latina.

La VII Cumbre de las Américas se está sacudiendo del letargo burocrático heredado de sus orígenes hegemónicos estadounidenses que la habían convertido en un escenario para reforzar las políticas y los intereses de la élite del poder de EEUU en el llamado hemisferio occidental. La Cumbre fundada en 1994 tenía como objetivo nuclear alrededor de los intereses estadounidenses a todos los gobiernos de América Latina en momento del derrumbe del modelo soviético, la desintegración del sistema bipolar y la derrota de la amenaza comunista.

La historia se reservaba su propia versión de los nuevos tiempos. Las fuerzas sociales, políticas, económicas y militares de América Latina, liberadas de las ataduras ideológicas de la Guerra Fría, dinamizadas por sus intereses nacionales estimularon el encuentro de sus gobiernos electos democráticamente para construir instituciones integracionistas a fin de lograr sus propósitos liberadores de la anacrónica dependencia del siglo XX.

Los éxitos electorales de propuestas políticas democráticas, progresistas, nacionalistas y participativas sentaron las bases para iniciar la construcción de una red de diversas organizaciones integradoras de los esfuerzos por desarrollar todas las fuerzas productivas de los espacios geopolíticos latinoamericanos guiados por la convicción de unir las energías latinoamericanos en instituciones comunes sin EEUU, pero no contra EEUU, con la intención de fortalecer la capacidad negociadora de sus intereses frente a los intereses globales norteamericanos Así surgieron las iniciativas de Mercosur, Unasur, Alba, Celac, PetroCaribe, Consejo Sudamericano de Defensa, etc.

Dos acontecimientos han contribuido a demostrar la existencia de una nueva correlación de fuerzas políticas, económicas y sociales en América Latina, la cual se abre paso bajo el impulso de la creación de una nueva institucionalidad integradora de las fuerzas del libre mercado, de la independencia política y el reino de la soberanía de un Estado social y democrático de derecho: el reencuentro con el Gobierno y el pueblo de Cuba; y la unidad de los gobiernos latinoamericanos en rechazo a la ley intervencionista de EEUU que declara a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria”.

La Cumbre abre sus puertas a la República de Cuba, un país asediado por la élite del poder estadounidense durante más de medio siglo que se incorpora a plenitud, en momento en que el proyecto revolucionario venezolano es sometido a una penetrante y orquestada presión económica, política y diplomática, solo utilizada durante la Guerra Fría, contra Cuba y Chile en Latinoamérica.

La política de seguridad nacional del gobierno del presidente Barack Obama fundamentada en el concepto de “paciencia estratégica” se propone desestabilizar a los sistemas políticos calificados como una “amenaza inusual y extraordinaria para su seguridad y su política exterior”. Para lograr tales propósitos apela a una variante de la “Guerra de IV Generación”, la cual supone un uso discreto de la fuerza militar, dándole prioridad al apoyo y estímulo por “torcer el brazo” de su declarados enemigos mediante la crisis económica, la presión diplomática, la activación de conflictos territoriales no resueltos, activación de tribunales para decidir sobre deudas externas, la penetración de espacios geoeconómicos energéticos, la movilización de recursos económicos para apoyar la disidencia interna, el reclutamiento de personalidades latinoamericanos y europeas con el fin de reforzar sus intereses políticos mediáticos, etc., etc.

La ley que sanciona a Venezuela es parte de este arsenal de guerra de desestabilización política, sin evaluar las potencialidades de defensa de los intereses comunes latinoamericanos involucrados en tal decisión.

En la Cumbre de Panamá estará presenta una nueva América Latina independiente, soberana, democrática y solidaria con Venezuela. No hay ninguna duda de que otro mundo es posible.

T/ Miguel Manrique
manmig17@gmail.com