Columna crónicas de la Pachamama|La utopía de Marinaleda (Opinión)

Decía Eduardo Galeano que la utopía sirve para caminar. Recordando las palabras de su amigo Fernando Birri, cineasta argentino y fundador del Nuevo Cine Latinoamericano, citaba que la utopía está en el horizonte, inalcanzable. Que si se camina diez pasos hacia ella, la utopía se alejará diez pasos también. Que cuanto más se la busca menos se la encuentra, porque la utopía se aleja en la medida en que tratamos de acercarnos a ella. ¿Para qué sirve, entonces, la utopía?, se preguntaba Galeano; y concluía: sirve para eso, para caminar.

Marinaleda camina hacia la utopía desde 1979. El pequeño pueblo andaluz de la Sierra Sur de Sevilla eligió aquel año, como la mayoría de los municipios del Estado español, sus representantes en las primeras elecciones locales libres y democráticas desde los tiempos de la II República. Las gentes de Marinaleda decidieron poner al frente de su Alcaldía a Juan Manuel Sánchez Gordillo, profesor de Historia, comunista, sindicalista y miembro de la Candidatura de Unidad de los Trabajadores. Así fue como Marinaleda comenzó a caminar hacia la utopía.

Marinaleda tiene plazas con nombres como Salvador Allende y una avenida que se llama Libertad. En el edificio que alberga las canchas deportivas hay un mural de gran formato con el rostro del Che. Remando a contracorriente de lo que el capitalismo entiende por desarrollo, la propiedad de los medios de producción es colectiva. La economía del municipio se sostiene sobre una industria agrícola tradicional que cultiva olivas, pimientos, habas y alcachofas, y las procesa en una cooperativa levantada sobre tierras expropiadas a los terratenientes. El agua para el riego se toma de un pantano ocupado para transformar en regadío terrenos que eran de secano.

En Marinaleda la tasa de desempleo es cero y no existen los desahucios. Tampoco allí hubo especulación inmobiliaria. Las viviendas se construyen gracias al trabajo solidario y colectivo. Las decisiones se adoptan de manera asamblearia, una persona, un voto, y el gobierno local, que casi 40 años después sigue presidido por Sánchez Gordillo, las hace suyas. De Marinaleda se habla poco o mal en los medios de comunicación.

En estos días supe que el Gobierno Bolivariano y Marinaleda firmaron un acuerdo comercial para la importación de aceite de oliva virgen extra desde el municipio andaluz. Sin intermediarios en los procesos de producción y distribución, el aceite de altísima calidad llegará a los hogares venezolanos a un precio justo. La utopía se encuentra en el horizonte, pero caminar hacia ella da sus frutos en el aquí y el ahora.

T/ J. A. Rodríguez Estévez
joan.rodes@gmail.com