Juan Azócar | Vender el alma al diablo (Opinión)

Las razones para explicar la campaña agresiva del gobierno norteamericano en  contra de  Venezuela las conoce nuestro pueblo y las explica de manera sencilla. La motivación para tanto desespero es indudablemente el petróleo que ya no lo controla a sus anchas,  sumado a esto los beneficios que esta materia prima  otorgaba a las élites políticas y económicas que  predominaron durante  décadas.

Ocurre que colateral al rescate de la industria petrolera, la Revolución Bolivariana,  con la magistral dirección del Presidente Chávez,  comenzó todo un proceso de reivindicación  para saldar la histórica deuda social acumulada  desde el mismo momento en que comenzó la explotación petrolera en nuestro país.

El conocido sociólogo estadounidense James Petras  nos dice que  detrás de la desestabilización contra el gobierno de Venezuela  “hay razones  económicas,  geoestratégicas e ideológicas”.  Añade que las acciones de los Estados Unidos incluyen violencia, guerra en el ámbito económico (acaparamiento, sobreprecios, desabastecimiento) e intentos de golpe de estado.  Dice algo muy importante: “Estados  Unidos no quiere tolerar un gobierno que está estimulando la integración latinoamericana y caribeña, que excluye su presencia”.

El que tenga ojos que vea, decía el Presidente  Chávez. El día a día nos aclara los planificados pasos de un gobierno imperial que no solamente tiene siete bases militares en Colombia sino laboratorios  de espionaje en cada rincón de nuestros países. Para ello cuentan con el vasallaje de  partidos llamados de oposición  cuyos dirigentes  actúan como mercenarios.  Además, bajo su égida han proliferado las ONGs  que reciben cuantiosas sumas de dólares por servir como informantes.

Cuando uno se entera que entre las pretensiones del reciente plan desestabilizador y golpista existía la intención de bombardear el centro de Caracas,  entre otros puntos,  y que entre los artífices estaba implicado el alcalde mayor de  esta ciudad, Antonio Ledezma,  nos damos cuenta  que el propio y vilipendiado  diablo  pudiera resultar un angelito ante estos criminales.

Esta  oposición  hace todo lo posible para propiciar el desprestigio internacional de nuestro gobierno e instiga, mediante sus inventos mediáticos,  para que nos invadan y poner fin, según ellos, a un régimen que  viola los derechos humanos. En el imaginario de esta gente parece existir la idea que las bombas de los invasores  serían   solomatachavistas. Igual se imaginan ellos que  acabar con la Revolución Bolivariana es caldo de ñame, es decir una papayita  que el pueblo va a tolerar.

Cuando nuestros abuelos veían a  alguien actuando de esa  manera tan extravagante decían que estaban “revueltos” o “entiempaos”.   Bien vale el consejo para que cojan mínimo y le bajen dos a sus macabras y endiabladas intenciones.

T/ Juan Azócar