Las razones para explicar la campaña agresiva del gobierno norteamericano en contra de Venezuela las conoce nuestro pueblo y las explica de manera sencilla. La motivación para tanto desespero es indudablemente el petróleo que ya no lo controla a sus anchas, sumado a esto los beneficios que esta materia prima otorgaba a las élites políticas y económicas que predominaron durante décadas.
Ocurre que colateral al rescate de la industria petrolera, la Revolución Bolivariana, con la magistral dirección del Presidente Chávez, comenzó todo un proceso de reivindicación para saldar la histórica deuda social acumulada desde el mismo momento en que comenzó la explotación petrolera en nuestro país.
El conocido sociólogo estadounidense James Petras nos dice que detrás de la desestabilización contra el gobierno de Venezuela “hay razones económicas, geoestratégicas e ideológicas”. Añade que las acciones de los Estados Unidos incluyen violencia, guerra en el ámbito económico (acaparamiento, sobreprecios, desabastecimiento) e intentos de golpe de estado. Dice algo muy importante: “Estados Unidos no quiere tolerar un gobierno que está estimulando la integración latinoamericana y caribeña, que excluye su presencia”.
El que tenga ojos que vea, decía el Presidente Chávez. El día a día nos aclara los planificados pasos de un gobierno imperial que no solamente tiene siete bases militares en Colombia sino laboratorios de espionaje en cada rincón de nuestros países. Para ello cuentan con el vasallaje de partidos llamados de oposición cuyos dirigentes actúan como mercenarios. Además, bajo su égida han proliferado las ONGs que reciben cuantiosas sumas de dólares por servir como informantes.
Cuando uno se entera que entre las pretensiones del reciente plan desestabilizador y golpista existía la intención de bombardear el centro de Caracas, entre otros puntos, y que entre los artífices estaba implicado el alcalde mayor de esta ciudad, Antonio Ledezma, nos damos cuenta que el propio y vilipendiado diablo pudiera resultar un angelito ante estos criminales.
Esta oposición hace todo lo posible para propiciar el desprestigio internacional de nuestro gobierno e instiga, mediante sus inventos mediáticos, para que nos invadan y poner fin, según ellos, a un régimen que viola los derechos humanos. En el imaginario de esta gente parece existir la idea que las bombas de los invasores serían solomatachavistas. Igual se imaginan ellos que acabar con la Revolución Bolivariana es caldo de ñame, es decir una papayita que el pueblo va a tolerar.
Cuando nuestros abuelos veían a alguien actuando de esa manera tan extravagante decían que estaban “revueltos” o “entiempaos”. Bien vale el consejo para que cojan mínimo y le bajen dos a sus macabras y endiabladas intenciones.