Columna Memorias de la insurgencia|La verdad: primera víctima (Opinión)

El periodista, profesor y amigo Aram Aharonian en su libro Vernos con nuestro propios ojos recuerda lo que en distintos momentos hemos expresado sobre la ética periodística cuando se refiere a “la sentencia de que la primera víctima de la guerra es la verdad” pero además, agrego yo, que en las historias de la insurgencia armada en Venezuela y América Latina la verdad es la primera víctima de la desaparición forzada, aplicada como método en la construcción del terrorismo de Estado.

Nada más observe usted cómo de manera artera y perversa, los que antes fueron perseguidores y que todavía ostentan la categoría de contrainsurgentes, llámense Copei o AD, Primero Justicia o Nuevo Tiempo, se asocian a prácticas “informativas” usando las empresas privadas de comunicación para lavarse las salpicaduras del sucio juego de mentir o presentarse con el disfraz de ovejas justicieras.

Eso lo sabemos, el problema es cómo mostrar al pueblo joven venezolano la verdad del rostro de la perversidad.

Los luchadores insurgentes de las décadas de los 60, 70 y 80, muchos todavía viven con el estigma de la criminalización de sus actos producto de la gestión retorcida de los medios privados, cuando en realidad fueron, como lo ha dicho el padre Matías Camuña, mártires de un proceso histórico de violencia política que todavía hoy tiene secuelas en miles de familias venezolanas y latinoamericanas.

Son ellos el mejor referente histórico de ese pasado, muchos de ellos en la tercera edad. Por eso la urgencia de que cada colectivo recoja esos testimonios valiosos para reconstruir una historia silenciada usando herramientas metodológicas como la desarrollada por el profesor Arístides Medina Rubio en el Manual de Historia Local que puede conseguirse en internet, para que sea el propio pueblo el que escriba sus historias.

El crimen de silenciar nuestro más reciente pasado histórico también debe ser llevado a juicio público mediante la sanción más severa, la moral, que no tienen rejas, ni tribunales, ni funcionarios que apliquen penas, sino la vergüenza de una injusticia sin límites que es el peor castigo para quienes manipulen y oculten la verdad.

Todo el que tenga que hablar, escribir y decir por los cuatro vientos lo que aquí pasó que lo haga con sentido de responsabilidad y conciencia ética porque estamos en la Venezuela bolivariana socialista.

T/ Aldemaro Barrios R.
venezuelared@gmail.com