Por Carolina Escarrá y Jan Pernía|Viajes, estrategias caóticas y guerra continuada (Opinión)

Decía el Libertador que «la clemencia con el delincuente es un ataque a la virtud», pero ¿qué sucede cuando el germen ha sido inoculado mediante una invasión silenciosa más potente que la que desarrollan los medios de comunicación, y donde se desvanece la línea fronteriza de respeto?

Viajar se vuelve a veces una experiencia complicada y difícil, que genera reacciones inesperadas, en especial cuando dentro de la guerra continuada que se nos tiene se desarrollan estrategias bien planificadas desde laboratorios, ONG, transnacionales, bandas criminales, narcotráfico, testaferros y legitimadores de capitales que desde el norte de Santander (Cúcuta) y mezclados con el turista colombiano transitan por nuestros aeropuertos de la frontera tachirense, hacia algunas zonas del interior de nuestra Patria/Matria Bolivariana.

Valiéndose de los servicios de transporte aéreo comercial como llama la ley a las aerolíneas comerciales, esas empresas le hacen el juego a la visión de caos, de guerra lenta y continuada por cuanto venden al público boletos para Maiquetía y usando alguna parte de su personal que solapadamente cobra extra, según un mecanismo macabro de diferencial cambiario de 1 peso a 0.065 por bolívar, impuesto desde Miami en connivencia con las casas de cambio como Mekacambios del actor intelectual del asesinato de nuestro compatriota y joven diputado Robert Serra, el exconcejal colombiano, Julio Vélez.

No contentos con el considerable sobreprecio, y luego de vuelos cancelados con anterioridad, hacen pasar a la gente a la zona de embarque, para posteriormente cancelar nuevamente sus vuelos aduciendo razones climáticas que no permiten aterrizar sus aviones, aunque sí los de otras aerolíneas, o los de la misma aerolínea con destino a Porlamar, con mucho colombiano que no va precisamente a hacer compras o a la playa.

Se crea el caos, se desaparecen, y queda toda la situación bajo responsabilidad de las autoridades aeroportuarias que cuentan con poco personal, sobran las comparaciones mal sanas de gente molesta que dice que eso no sucede en Bogotá, y por supuesto, gritan que “la culpa la tiene el Gobierno”; las aerolíneas «vuelteras» callan, y en realidad es ese Gobierno que critican el único que tiene la capacidad para controlar un episodio más de esta situación de anarquía en la que ya nisiquiera los venezolanos somos los protagonistas en nuestras regiones fronterizas.

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