Marcelino Bisbal (“Cuando la violencia de los medios enloquece”, Revista SIC, 1993), recogió explicaciones de los estandartes de nuestra TV privada actual, sobre la violencia en sus pantallas:
“La violencia en nuestra programación, en todas sus expresiones, se usa como instrumento de venta. En muchos casos no queda más remedio que transmitirla. La programación de Televen se adquiere, mayormente, en paquetes de unas 27 películas. Es posible que de todas, solo cuatro sean consideradas como para todo público. Pero el resto no se puede quedar frío y lo transmitimos” (Gerencia de Programación de Televen, Canal 10).
“La violencia y el terror imperantes en la pantalla son modas internacionales imposibles de evitar, porque estamos obligados a comprar producciones internacionales, ya que no tenemos capacidad de llenar nuestras 20 y pico de horas de programación…” (Gerencia de programación de Venevisión, Canal 4)
Andrés Cañizales (1991), señalaba: “La dependencia de nuestros medios de comunicación social del sistema transnacional es un hecho evidente… la realidad comunicacional es una subordinación casi total de Estados Unidos”.
El profesor Gustavo Hernández nos decía que la violencia no es derivada de la TV por una relación causa-efecto, pero existen causas que nos hacen ver la TV, y consecuencias en nuestro accionar: “…la televisión no comienza en el momento de encender el televisor sino mucho antes, y que tampoco termina al apagarlo, sino mucho después” (1993)
Todo lo anterior demuestra que la violencia se combate con una industria nacional de nuevos contenidos, programas, seriados y ficción.
Tenemos dos opciones: crear la atmósfera para una nueva cultura de paz y de vida, o lo mismo vivido en 60 años de TV en Venezuela.