Engendro impredecible

La sentencia medieval “más vale malo conocido, que viejo por conocer”, no siempre es aplicable, sobre todo cuando se trata de aquellos a quienes el Estado Profundo coloca al frente de la Presidencia de la nación más genocida en la historia de la humanidad, Estados Unidos.

Cuando se trata de ese imperio decadente, pero todavía muy poderoso y, sobre todo, manejado desde las sombras por gente sin escrúpulos, que decide cuándo armar una guerra, qué países invadir, cuál genocidio cometer –como el del pueblo palestino en la actualidad a manos de los sionistas israelíes, que controlan mucho de ese poder–, en realidad no tiene mayor importancia quién gane sus elecciones presidenciales.

Bajo un sistema electoral en el cual no se respeta la decisión de las mayorías, los delegados al fulano Colegio Electoral solo responden a los intereses de una minoría oculta, los dueños de las grandes corporaciones transnacionales, que son quienes en realidad deciden el que despachará desde la Casa Blanca (aunque, inmoralidad por delante, pretendan darnos lecciones de una democracia que no practican en su propio país).

Por eso, cuando se presentaron las dos opciones, luego de la obligada declinación del senil Joe Biden y su sustitución por una muy cuestionada exfiscal convertida en Vicepresidenta y luego en candidata circunstancial, ni siquiera se trataba de pensar en cuál de los dos sería el “mal menor”.

No está muy lejos el recuerdo de la otra aspirante a convertirse en la primera presidenta de ese país, Hillary Clinton, del mismo Partido Demócrata de la recién derrotada, salivando mientras presenciaba en vivo y directo el atroz asesinato del líder libio Muammar Gadafi. Su jefe, Barack Obama, fue quien insólitamente declaró a Venezuela “… amenaza inusual y extraordinaria”.

Al engendro que acaba de ganar las elecciones lo conocemos muy bien: en su mandato ensayaron lo del fallido pero costoso “presidente interino” y de sobras se sabe su megalomanía, pero es impredecible, aunque entonces no ocultó sus intenciones de invadirnos, como lo confesó. Uno no sabe cómo vendrá ahora, si bien las condiciones han cambiado sustancialmente.

Tiene a su lado, eso sí, a otro enemigo declarado de Venezuela y del presidente Nicolás Maduro, el insaciable Elon Musk, sin saber con quiénes más se rodeará.

La ultraderecha, eso sí, tiene de nuevo una cabeza visible en la Casa Blanca, un engendro impredecible que no sabemos de qué manera vendrá en esta ocasión.

Es obligatorio prepararnos, por si acaso, para más conflictividad. No hay otra.

T/ Jimmy López Morillo

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