“En una noche tan linda como esta, cualquiera de nosotras, podría ganar”. Entre los venezolanos no hace falta explicar el origen de esa frase que, más allá de cualquier juicio, de alguna u otra manera forma parte de la identidad de varias generaciones que nacieron en la tierra de Bolívar. La inmediata identificación de esas palabras es apenas un indicio del peso que tiene el culto a la belleza en nuestro país, un tema que, tal vez de manera insuficiente, ha sido abordado en diferentes ámbitos.
Con un enfoque muy original, atrevido, descarnado, pero al mismo tiempo delicado y respetuoso, el culto a la belleza es precisamente el tema marco de La candidata, el primer largometraje documental de Emil Guevara Malavé y Ronald Rivas Casallas, una coproducción entre México y Venezuela que se ganó el codiciado premio del público en la edición número nueve del Festival Caracas DOC, donde también obtuvo el reconocimiento a
l mejor documental, lauro que también obtuvo en la edición número 20 del Festival de Cine Venezolano, que este año se realizó por primera vez en Margarita.
La candidata se aparta de la ruta convencional del lenguaje documental que le da prioridad a los testimonios frente a la cámara, para seguir el sueño de convertirse en reina de belleza de cuatro personas aficionadas, desde la infancia, del concurso Miss Venezuela. Cuatro sueños que en un principio parecían mucho más que imposibles, por el complejo hecho de que no se trata de cuatro chicas, sino de cuatro hombres que, contra todo pronóstico convencional, logran vivir “una noche tan linda como esta”, gracias al certamen Miss Gay Venezuela.
En ese seguimiento, La candidata logra un retrato profundo, íntimo, un desnudo de cuerpo y alma de Eduardo, Yanwaldo, Argenis, Daniela y Dayana, durante los procesos de transformación para alcanzar su ideal de belleza en un concurso que, para estas figuras, representó un parteaguas en la historia de sus vidas.
Cuando todo comenzó
El documental se comenzó a realizar en 2015, justo al inicio de uno de los momentos más complejos de nuestro país en lo social, económico y político. En ese momento Emil Guevara y Ronald Rivas sintieron la necesidad expresiva de mostrar parte de la identidad del venezolano, describir en el lenguaje audiovisual las formas de vivir de la Venezuela contemporánea, aquellas cosas que nos unen en un sentimiento de orgullo y que atraviesan al país en todos sus estratos sociales.
La idea de referirse a nuestro culto a la belleza surgió gracias a la experiencia de Guevara como parte del equipo de producción de la serie para TV, Todo por la corona. Eso se combinó con el hecho de que Rivas conocía a Oskarovsky Boyer, que ese año fue designado como maquillador oficial del Miss Gay Venezuela y por medio de él consiguieron el respaldo del productor general del evento, Ángel Díaz.
Una vez en el terreno y conocido el contexto, la intencionalidad artística fue marcada por la urgencia de acompañar a Argenis, Daniela, Eduardo, Dayana y Yanwaldo en sus procesos de transformación, un camino que las llevaría a un punto cumbre en sus historias personales. No se trataba, como estas mismas personas descubrieron más adelante, de alcanzar la corona, aunque una de ellas lo hizo, sino de vivir una noche como candidatas de un certamen de belleza, como el que tantas veces vieron en su infancia con devoción, frente a la televisión.
Ambos realizadores sabían que se estaban metiendo con un punto sensible de la venezolanidad, representada en el culto a la belleza a través de los concursos, un tema que, a juicio de ambos, se ha naturalizado en nuestro país y que sin embargo, en otros países es muy discutido y criticado.
“Pero ¿qué hace que las y los venezolanos estemos tan preocupadas y preocupados por nuestra apariencia física? Para poder contar la historia de nuestros personajes debíamos ahondar en sus motivaciones y comenzar a entender la importancia de lo que significa ser reconocidos por el peso que le ponemos a ese ideal de belleza que, en un principio, se ha colocado sobre los cuerpos femeninos pero que, en su construcción es ejecutada desde cuerpos masculinos. Para nosotros, ahí estaba la clave de este tema. El cuerpo como lugar para la discusión y reflexión: dónde está depositado lo másculino y dónde lo femenino”, explicó Ronald Rivas al Correo del Orinoco.
A lo largo de ese acompañamiento, configurado por una especie de versos audiovisuales que componen una poesía profana, el público que consigue deslastrarse de prejuicios puede ver ese cambio de los personajes, no solo en el aspecto físico sino también en lo personal.
“No se trata de querer parecer una mujer, es querer ser una miss, sentir lo que siente una reina de belleza, sentir por una vez que fui reina de belleza, que fui candidata. ¿Por qué no? ¿Por qué el mundo dice que tienes que ser mujer para vivir ese sueño? ¡No!”, se pregunta y se responde Argenis González en el filme.
El documental muestra el inmenso esfuerzo que implica convertir una figura masculina en un prototipo de belleza femenina, un trabajo sin duda mucho más sencillo para una reina de belleza convencional. Pero además, en este caso sus almas llegan a convertirse también en crisálidas, para luego madurar y conseguir las alas de unas personalidades con un vuelo más seguro y más claro sobre de su lugar en el mundo.
De acuerdo a los testimonios de los personajes, contados a los realizadores después de la producción, el propio documental contribuyó a que ellos mismos terminarán de comprenderse a sí mismos y afrontar la vida de una manera verdaderamente empoderada, con las herramientas necesarias para vivir con dignidad y en paz interior, en una sociedad que no alcanza a comprenderlas del todo.
El largometraje, más que un retrato, hace una radiografía de Eduardo, Yanwaldo, Argenis, Daniela y Dayana, casi un estudio topográfico que vislumbra algunos de los elementos que moldearon desde el magma la superficie de sus personalidades.
“La Candidata es para nosotros la oportunidad de mirarnos en el otro, de encontrar puntos en común y, quizás reconocer que la mirada del otro y el aplauso sí pueden ser elementos que contribuyan a un momento de autoconocimiento y de completud de la idea que tenemos de nosotros mismos”, comentó Rivas
Al mismo tiempo, el filme ofrece una mirada de soslayo, pero enfocada, a ese complejo contexto de nuestro país, en el cual el concurso Miss Gay Venezuela se pudo realizar hasta 2017, certamen que luego, en 2022 tuvo una primera versión Miss Gay Venezuela Internacional, en Chile.
Además, La Candidata, por medio del uso de imágenes de archivo, deja ver algunas vetas de una nostalgia por una época dorada en el imaginario venezolano, aquellos años 70 y 80 del siglo pasado donde un país lleno de dólares por la renta petrolera se daba el lujo de realizar superproducciones, eventos grandilocuentes, con las misses desfilan sobre elefantes y entre domadores de tigres de vengala o con la intervención de un cuerpo militar que acompañara a las bellezas, todo “para entretener a las masas y con la excusa de coronar a la mujer más bella de una Venezuela ilusionada con un futuro incierto y sin bases”, reflexiona Ronald.
La Candidata ha recorrido varios festivales a escala internacional y nacional y logró establecer alianzas con la distribuidora española Feel Sales, por medio de la producción ejecutiva y las gestiones de Nella Illas, Rubén Sierra Salles, Fina Torres y Whisky Films.
T/CO-Luis Jesús González Cova
F/Cortesía