El Gobierno de Estados Unidos (EEUU) ha intensificado su campaña de presión contra la República Bolivariana de Venezuela al confirmar el robo de facto de un buque petrolero en las costas venezolanas. Esta acción, que el presidente Donald Trump trató de disfrazar como una simple «incautación», marca un nuevo y peligroso punto de inflexión en las ya tensas relaciones bilaterales.
El propio presidente Trump se jactó de la operación ante la prensa en la Casa Blanca este miércoles, utilizando un lenguaje que minimiza la gravedad del acto:
«Ha sido un día interesante en cuanto a noticias. Como probablemente sepan, acabamos de incautar un petrolero en la costa de Venezuela. Muy grande. De hecho, el más grande jamás incautado. Y están sucediendo otras cosas, eso lo verán más tarde», señaló Trump en una reunión con empresarios.
Mientras que funcionarios citados por Reuters confirmaron que la operación fue ejecutada por la Guardia Costera de Estados Unidos, la terminología utilizada por la Casa Blanca es vista por el Gobierno venezolano como un mero eufemismo para encubrir un acto de robo estatal y agresión económica. Esta acción se suma a semanas de amenazas de una posible intervención militar contra Caracas.
La acción, según análisis de la agencia económica Bloomberg, está diseñada para paralizar aún más la industria petrolera de Venezuela. Al crear un precedente de robo en alta mar, EEUU busca disuadir a otros transportistas marítimos de operar con el país caribeño, complicando drásticamente las exportaciones esenciales para la economía nacional.
A pesar del cerco de sanciones, Venezuela había logrado exportar más de 900 mil barriles diarios (bpd) de petróleo el mes pasado, un promedio significativo gracias a las importaciones de nafta por parte de Petróleos de Venezuela (PDVSA) para diluir su crudo extrapesado, gran parte con destino a China. Este último ataque busca socavar directamente esta resiliencia.
