La Iglesia Católica pidió al presidente Nayib Bukele que no convierta a El Salvador en «una gran cárcel internacional» tras los acuerdos con su homólogo de Estados Unidos, Donald Trump, como ocurrió con Guantánamo en Cuba.
Durante una visita a la Casa Blanca, Bukele selló el lunes pasado con Trump una alianza que ha permitido a Estados Unidos enviar a cientos de deportados, sobre todo venezolanos, a una megacárcel salvadoreña con capacidad para 40 mil reos.
Trump invocó la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, que hasta entonces solo se había usado en tiempos de guerra. «Les pedimos a nuestras autoridades que no permitan que se convierta nuestro país en una gran cárcel internacional», dijo el arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar, en rueda de prensa.
Bukele, el principal aliado de Trump en su estrategia para combatir la migración irregular, afirmó que tiene «muchas ganas de ayudar» a Estados Unidos. «Nos están ayudando. Se lo agradecemos», le dijo el presidente republicano en la Casa Blanca.
Escobar también hizo referencia a columnas de opinión en las que se advierte que «El Salvador sería un nuevo Guantánamo», territorio que Cuba alquila a Estados Unidos desde 1903 y donde se instaló una base naval estadunidense y una prisión.
El país «se convertiría en una cárcel para que Estados Unidos mande a los presos aquí y gastar menos que lo gastan en Guantánamo», señaló el artículo.
«Pedimos al gobierno que no se permita. Puede ser (que) el gobierno lo haga con el mejor interés, posiblemente queriendo de parte de Estados Unidos un mejor tratado para los migrantes nuestros (…) pero el hecho es que no conviene, a ningún país le conviene ser cárcel de otros países o de otro país, menos de un país tan grande como es Estados Unidos», comentó.
Muchos de los deportados a El Salvador proceden de la prisión en Guantánamo. Los 2.5 millones de salvadoreños que viven en Estados Unidos son un sostén para la economía de su país por las remesas que envían (el 23 por ciento del PIB en 2024).